Queridos amigos: Carlos Salas nos ha "regalado" este estupendo artículo -y ojalá que sea, además, polémico- para Planisferio.
Originalmente publicado en su estupendo blog Sitio de debate: Inscripción automática, voto voluntario y binominal: “Una fórmula de alto riesgo”
La foto es de Ricardo Martins, gracias a Wikimedia
“La adopción de la inscripción automática y el voto voluntario, pero sin modificar el sistema binominal, llevará a una caída histórica en el nivel de participación ciudadana en el proceso electoral.
De igual forma, vaticino un aumento grotesco en el gasto de campaña electoral” (Por Carlos Salas Lind, cientista político. www.carlossalas.com )
En una democracia estable, pero aún marcada por grandes problemas sociales, es importante evaluar constantemente los canales de participación de la sociedad civil en el desarrollo político y económico del estado.
Ignorar o menospreciar el rol de la sociedad civil, inevitablemente se traduce en una marginalización de los segmentos más débiles o menos organizados de la comunidad, en el necesario proceso de afianzamiento de la cohesión socio-política de un país.
Este proceso, en el que se forman (o se debilitan) los nexos de identificación de los ciudadanos con los valores políticos y sociales que un estado promueve, es fundamental para determinar el grado de fortaleza que una nación desarrolla y proyecta.
En el caso de Chile, la falta de voluntad por mejorar los canales de participación ciudadana se está manifestando en el notorio desinterés que despierta en la ciudadanía, el cumplir con el requisito indispensable para ejercer su derecho a sufragio, y que es la inscripción en los registros electorales.
Curiosamente, esta indiferencia no sólo se está manifestado entre quienes cumplen con los requisitos legales para participar en el proceso electoral, sino también entre quienes ya están inscritos, y por ende están obligados a sufragar (1).
Frente a esta realidad, es fundamental que los legisladores tengan presente las eventuales consecuencias que las diferentes propuestas de modificación a la ley electoral, podrían tener para el desarrollo del proceso político chileno.
Menciono ésto, porque me ha llamado profundamente la atención que muchos actores políticos, incluyendo ex-presidentes y presidenciables, insistan en lo urgente que es implementar un proceso de inscripción electoral automática y de voto voluntario, a pesar de que las discusiones sobre la reforma al sistema de elección binominal continúan entrampadas.
Aunque comparto plenamente la idea de inscripción automática y voto voluntario, opino que su tramitación, necesariamente, debe estar acompañada de una propuesta de modificación sustancial al sistema electoral binominal vigente.
Esta es mi opinión, porque la experiencia electoral en el mundo muestra, de forma contundente, que los sistemas de elección mayoritario como el chileno (en donde los grandes partidos o bloques tienen prácticamente asegurada su representación) crean menor interés y convocatoria en comparación a los sistemas de elección proporcional (sistemas en los que las coaliciones o partidos menores tienen, lejos, una mayor probabilidad de llegar al parlamento).
De este modo, es ilustrativo observar que los países que han anulado la ley de voto obligatorio (y de forma particular aquellos que han utilizado sistemas de elección mayoritario como el nuestro) han experimentado una fuerte caída en el nivel de convocatoria a las elecciones parlamentarias posteriores.
¿Cuales podrían ser, entonces, las consecuencias para el proceso político chileno, si implementamos un sistema de inscripción automática y voto voluntario, pero sin modificar el sistema electoral binominal?
A diferencia de lo que el Senador Navarro ha sostenido (quien es de la opinión que los jóvenes se sentirán atraídos por los temas y no por los partidos) yo vaticino una caída a niveles históricos en el nivel de participación ciudadana en el proceso electoral.
De igual forma, vaticino un gasto de campaña electoral inaceptable y grotesco, en donde los grandes bloques políticos concentrarían gran parte de sus recursos en asegurar que su electorado más proclive, llegue en masa a los lugares de votación el día de las elecciones.
Descrito de forma más directa pero realista, mi temor es que los procesos electorales en Chile terminen convirtiéndose en un vulgar “acarreo” de gente, denostándose, de esta manera, todo sustento moral de legitimidad a sus resultados.
El fuerte desinterés por participar en el proceso político, junto a las mínimas posibilidades de triunfar para quienes se atreven a marcar la diferencia, bajo el actual sistema binominal, podrían servir de caldo de cultivo para tensionar y debilitar el clima de convivencia social.
Sin embargo, muchos actores políticos se muestran desinteresados en evaluar las consecuencias que estos temas pendientes podrían tener para la viabilidad del proceso político chileno, a mediano y largo plazo.
La impresión es, que son más bien los proyectos personales a corto plazo, los que parecen concentrar todo el interés de quienes, justamente, han sido elegidos para garantizar una participación ciudadana efectiva.
Prueba de lo anterior, ha sido la majadera reforma, reforma a la reforma y la reforma a esta última reforma que ha acortado… alargado…., acortado… (¿y nuevamente alargar?) la extensión del periodo presidencial durante el mismo periodo en que el sistema electoral binominal ha estado vigente!.
Frente a esta lamentable realidad, y al existir poca voluntad política para introducir cambios sustanciales al sistema electoral vigente, se corre un riesgo menor manteniendo las cosas como están.
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1.- En efecto, las cifras indican que de un universo electoral de aprox. 8.000.000 de personas en el año1988, casi un 93% se inscribió en los registros electorales.
Sin embargo, a partir de esa fecha el porcentaje de inscritos, en relación al universo electoral, ha caído continuamente, hasta llegar a una cifra cercana al 78% en la actualidad.
De la misma manera, el porcentaje de personas que han acudido a votar y que han elegido una opción presidencial, ha caído desde aprox. un 96% en 1988, a casi un 85% en la última elección. Esta tendencia es aún más notoria, si consideramos las elecciones de diputados desde el año 1989 hasta el 2005 (Fuente: elecciones.gov.cl).
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