jueves, noviembre 25, 2010

Cinco razones por las cuales el liberalismo no pega en la Argentina

Muchísimas gracias a nuestro amigo Diego Goldman por este excelente artículo que apareció, esta semana, publicado en su blog, Cinco razones por las cuales el liberalismo no pega en la Argentina Espero que sea muy leído y comentado.

La solución del problema empieza por su reconocimiento. El que tenemos los liberales argentinos es claro como el agua, aunque los que no sacan la mirada de su ombligo no lo alcanzan a ver: no nos da bola nadie. Mientras los peronistas se reparten el país hace décadas, los radicales se defienden atrincherados en sus intendencias de ciudades y pueblos del interior, y hasta el trotskista más trasnochado maneja un centro de estudiantes, nosotros no figuramos ni en las elecciones para la junta directiva de una sociedad de fomento. No sólo es que no nos votan, sino que, peor, ni siquiera nos presentamos. Mientras tanto, y aún cuando el noventa y nueve por ciento de la población nacional no nos presta atención ni para burlarse de nosotros, seguimos masturbándonos mentalmente entre los mismos de siempre, soñando con llegar algún día al poder y cristalizar el sueño de la Argentina libre y próspera.

Hay muchísimas razones por las cuales el liberalismo carece de la más mínima inserción no ya en la política, sino en el debate de ideas vernáculo. Elegí cinco porque ando corto de tiempo y para publicar los tres tomos que implicaría analizarlas a todas en detalle dudo conseguir editorial interesada. Ahí van.

1. Una utopía poco utópica

Una idea política, para ganar adeptos, tiene que tocar el corazón de la gente tanto o más que su razón. El arte de la política tiene mucho de venta de ilusiones. Pues bien, debemos admitir que la utopía del liberalismo es muy poco romántica como para despertar apasionadas adhesiones. Imponer una idea sin recurrir al poderoso caballero Don Dinero precisa de partidarios dispuestos a regalar su tiempo y su energía en pos de un ideal que los movilice. El problema es que, a diferencia de otras ideologías, el paraíso liberal es muy poco movilizante y no atrae ni a los jóvenes idealistas ni a las chicas rebeldes.

El socialismo, el nacionalismo y sus variadas combinaciones colectivistas presentan una utopía trascendente capaz de motivar a sus partidarios a dejar parte de sus vidas en la búsqueda de un ideal que ven como algo superior a ellos mismos. El socialista romántico inmola su tiempo persiguiendo un paraíso donde no existen las desigualdades, las necesidades de todos se encuentran satisfechas y reina la dicha y la concordia entre los seres humanos. Todos sabemos que esa búsqueda jamás termina en ese paraíso terrenal que dibuja la utopía, sino en infiernos de mayor o menor tamaño en los que se enseñorea la arbitrariedad, la injusticia, la opresión y los individuos son sometidos a toda clase de vejámenes autoritarios y burocráticos incluso para llevar a cabo los actos más insignificantes de su vida. Las utopías colectivistas invitan a sus partidarios en convertirse en héroes de largo pelo al viento, montados en motos o escondidos entre la selva, siempre dispuestos a la aventura y a dejar la vida por una causa superior.

La utopía liberal no tiene nada de ese romanticismo. En el mejor de los casos, nos pinta un mundo donde la gente es libre para emborracharse hasta la ruina o dedicar su vida a levantar fábricas de tornillos, donde la prosperidad no está asegurada sino hay que ganársela con esfuerzo, y donde no reina la igualdad de los bienes materiales sino su meritocracia, por lo que indefectiblemente unos tendran más y otros menos. Es cierto que, en la práctica, las ideas de la libertad redundan en un mayor confort para todo el mundo, en la creatividad que inventa medicinas, en máquinas que acortan distancias y otros lujos que son cosa de aristócratas para una generación y se ponen al alcance del más humilde de los trabajadores en la siguiente. Pero el liberalismo no ofrece a sus partidarios fantasías angelicales que generen religioso fervor, sino cosas tales como heladeras, antibióticos, computadoras y canciones bailables, demasiado mundanas para despertar la pasión que la política requiere. Para colmo, los próceres de la libertad suelen parecerse bastante más a un opaco contador o un rudimentario fabricante de mangueras para motor, que a un recio y atractivo héroe de acción que despierta las loas de la multitud y los suspiros de las adolescentes.

En la medida en que los liberales no logremos encontrar la forma de generar entusiasmo y rodear a nuestras ideas de una mística movilizadora, nos veremos condenados a ver una y otra vez que con la razón sola jamás lograremos conquistar a las masas.

2. El problema de Pizza Hut

La Argentina es poseedora de la cuestionable virtud de ser el país más declamadamente antinorteamericano de Latinoamérica. Para una gran mayoría de la población, casi todo lo que huele a producto del malvado imperio debe ser mirado con desconfianza. Se pueden contar con los dedos de una mano los negocios  identificables con el "american way of life" que han tenido éxito en estas latitudes, apenas Mc Donalds, Wal Mart y Starbucks, hasta donde yo se, lograron superar el rechazo que produce todo aquello que es interpretado como una forma de "colonialismo cultural". ¡Si hasta la Ford Motor Co. tiene que poner avisos plagados de referencias a la Pampa gaucha y los caminos polvorientos de la Argentina profunda para cimentar el éxito de sus camionetas!

Sin embargo, los liberales autóctonos se niegan a comprender esa particular idiosincracia. Lejos de caer en la cuenta que si una pizzería como Pizza Hut fracasó por ser "demasiado yanqui", mucho más sospechosa sería una ideología política con olor gringo, insisten en tratar de transplantar a nuestro país un lenguaje, unas formas y una serie de problemáticas totalmente ajenas a la cultura y los intereses del votante argentino.

En lugar de tratar de forjar un liberalismo con gusto autóctono, rescatando cierta tradición liberal representada por la figura de los próceres de la segunda mitad del siglo XIX como Alberdi y Sarmiento, e incluso por los principios del Partido Socialista del primer siglo XX y algunas reivindicaciones de los sectores rurales actuales, los tipos insisten en babearse por cosas que recurrentemente remiten al Tío Sam, como las novelas de Ayn Rand o el pintoresco, y ahora de moda, Tea Party, y hablar como predicadores cristianos de Oklahoma. ¿Realmente piensan que van a cautivar a los argentinos de esa forma?

A los liberales nos sobra hot dog y nos falta empanada y vino tinto. Hasta tanto no nos convenzamos que debemos hablar el mismo idioma y compartir los códigos culturales de nuestros potenciales votantes, vamos a seguir siendo vistos como una secta de maniáticos pagados por la CIA para corromper las mentes de los argentinos.

3. La endogamia

Amigos liberales, ¿nunca se percataron que en nuestras reuniones se ven siempre las mismas caras?

No se si por creernos superiores al resto, o por miedo al ridículo, lo cierto es que no nos atrevemos a confrontar con quienes no comparten nuestras ideas. De esa forma, jamás lograremos convencer sino a quienes ya estaban convencidos de antemano.

¿De dónde piensan que van a salir los nuevos liberales? ¿Van a surgir por generación espontánea? No señores, si alguna vez queremos modificar aunque sea un poquitito la realidad que nos circunda, debemos convencer de nuestras ideas a quienes no nos han escuchado hasta ahora. Para eso debemos darnos a conocer y hablarles. ¿Cómo puede ser que ni siquiera seamos capaces de participar en un debate en un centro de estudiantes universitarios? ¿Tenemos miedo de que nos agarren a patadas los zurdos? ¿Creemos que nuestros interlocutores no están capacitados para entendernos?

Hay que salir del microclima de una vez por todas y tratar de hacernos oir allí donde haya un público, esté o no predispuesto a escucharnos. Confrontarnos con nuestros detractores nos va a hacer crecer, no sólo porque es la única forma de llegar a nuevos liberales en potencia, sino porque va a servirnos para adaptar nuestros discursos y estrategias, para aprender cuáles son los temas que le interesan al público y la mejor forma de abordarlos.

Sentados cómodamente en nuestros sillones tomando el té, conversando mil veces las mismas cosas con las mismas personas, no vamos a lograr otra cosa que tener hijos bobos.

4. La tentación autoritaria

Vinculada a nuestra incapacidad para seducir a la gente de a pie, está la recurrente tentación de muchos autoproclamados liberales de intentar la vía corta para imponer sus ideas, tratando de convencer a algún caudillo más o menos autoritario de que las ponga en práctica. Como no nos creemos capaces de ganarnos el favor de los votantes por la vía democrática, muchas veces terminamos apoyando experimentos autoritarios creyendo que la libertad puede imponerse por la fuerza. Esa es la explicación por la cual algunos "liberales" quedaron pegados al menemismo (y peor aún, a las muchas dictaduras del siglo XX), y también el motivo de que muchos fascistas de la peor calaña se vean a si mismos como defensores de la libertad. Pero lo cierto es que el liberalismo, o es demócrata y republicano, o no es. La libertad no tiene nada que ver ni con militares, ni con populismos como el peronista. Sólo el peor de los diagnósticos de la situación política pudo haber llevado a algunos verdaderos liberales a simpatizar con liderazgos autoritarios y, curiosamente, rechazar al mismo tiempo toda posibilidad de acercamiento a los sectores de la sociedad que, aún cuando no compartan totalmente nuestro ideario, son al menos genuinamente democráticos.

Las libertades "civiles" y "políticas" son un presupuesto necesario para las libertades "económicas" (aunque en realidad, las distintas formas de libertad jamás puedan escindirse completamente). Caer una y otra vez en la tentación autoritaria le ha hecho muchísimo daño al liberalismo en la Argentina, al punto de que mucha gente lo identifica con una ideología de "derecha" que claramente no es.

Es hora de generar canales de diálogo con todos quienes genuinamente rechazan el autoritarismo, aún cuando a veces sostengan algunas ideas que puedan parecernos resabios de colectivismo en materia económica o moral. Es la única forma de empezar a presentarnos a nosotros mismos compartiendo ciertos códigos de convivencia política mínimos con aquellos que creen en los principios de la República y la limitación del poder, de sacarnos ese pesado sayo antidemocrático e intolerante que nuestros detractores insisten en colocarnos.

5. Mala imagen

En política, parecer es casi o tanto más importante que ser. La gente tiende a elegir representantes con los cuales pueda tener algún punto de identificación: por eso los candidatos en campaña se muestran en mangas de camisa, tomando mate o caminando por calles de barro. Un político debe parecerse de alguna forma a sus votantes.

Lo curioso es que, sabiendo eso, los muchos liberales parecemos empeñados en presentar la imagen de ricachones que no saben lo que es tomar un colectivo, en lugar de asimilarnos estéticamente a la gente común y corriente (pecado en el que me incluyo). Los peronistas son más vivos: no abandonan su folclore de bombo, fútbol y asado aún cuando hace décadas que tienen chofer y viajan en avión privado. Los liberales casi que somos capaces de bajarnos del colectivo una parada antes, para que no se note en que vinimos.

El liberalismo autóctono está muy pegado a la imagen del "garca" que vive de las finanzas y no conoce el mundo más allá de Barrio Norte. A diferencia de EEUU, donde la causa antiestatista suele ser enarbolada por las clases bajas, en Argentina no hemos logrado despegar el liberalismo de cierto tufillo oligarca.

Vanas van a ser las explicaciones respecto de que la libertad favorece a los pobres y no a los ricos, que el proteccionismo sólo ayuda a industriales millonarios que explotan a sus empleados y no invierten un centavo, si las damos en tono afectado y sosteniendo un Martini en la mano. Para que nos escuchen quienes están hundidos en el barro, debemos meter los pies en él. Cruzar los límites de Palermo y recorrer el conurbano, el interior del país, los pequeños pueblos donde nuestro mensaje puede encontrar un mejor eco si lo revestimos de las formas adecuadas.

Las ideas de la libertad necesitan un vocabulario menos refinado, una imagen más campechana, olor a transpiración, sangre joven. De otro modo, están condenadas a quedar atrapadas en la tertulia de señoras mayores que juegan a la canasta o de gerontes que divagan mientras fuman habanos.

lunes, noviembre 01, 2010

Dilma Rousseff ganó en Brasil


Nuevamente, agradecemos a nuestro querido amigo Hugo por regalarnos para Planisferio el excelente post que publicó hoy -1° de noviembre- en su blog con el título: LULA GANÓ EN SEGUNDA VUELTA

La bandera, se agradece a Wikimedia y al gobierno brasilero (que parece que tiene su portal fuera de servicio... o se le cayó).

Finalmente Dilma Rousseff, la candidata del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien termina su mandato con índices de popularidad superiores al 80% , ganó las presidenciales, superando a su rival el paulista José Serra por una robusta diferencia de 12 puntos, dos menos que en la primera vuelta.

La temperamental Dilma ha llegado, pero su personalidad no parece la más adecuada para los usos y costumbres políticos de nuestro socio, vecino y hermano.

Mi apreciado profesor Torcuato Di Tella nos recordaba, en su cátedra de Historia Latinoamericana, que el pragmatismo político y la virtud negociadora y diloguista de las elites brasileras tiene un lejano antecedente en una gran y sangrienta rebelión de los esclavos negros que a fines del siglo XVIII eran utilizados en las plantaciones de azúcar caribeñas. Marcadamente minoritarios en relación a la población africana que los rodeaba, vieron en ese hecho una lección acerca de cerrar filas, a fin de evitar que les ocurra lo mismo.
Así, y ya en el siglo XX, el presidente Getulio Vargas acuñó una frase que sintetiza esta actitud: "Nadie es tan amigo que no pueda ser enemigo ni nadie es tan enemigo que no pueda ser amigo"

El gobierno que encabezará la nueva presidenta es de coalición, como lo fue el de su antecesor, proviniendo el vicepresidente electo, Michel Temer, del Movimiento Democrático Brasilero, el mayor partido político del país.

Solo tiempo dirá si el estilo confrontativo de Rousseff se adapta al del sistema, ya que es poco probable, que, por lo dicho, y a diferencia de lo que ocurre en Argentina, el sistema se adapte al de Rousseff...

En cuanto a como puede influír el nuevo gobierno en Argentina, todo dependerá de como resuelva éste el recalentamiento de la economía brasilera fogoneado por un masivo ingreso de capitales externos para beneficiarse de las altas tasas de interés domésticas que sobrevalúan el real y que en opinión del influyente presidente de la federación de empresarios paulistas lleva "...a un escenario en el cual el crecimiento de la demanda es absorbida cada vez más por la producción importada, que genera empleos fuera del país y los elimina en Brasil" algo con los que las automotrices y autopartistas argentinas deberían estar de acuerdo.

Al mismo tiempo, la comentada apreciación del real ha llevado a que el superávit comercial brasilero cayera este año U$S 9000 millones -un 35%- y el déficit en cuenta corriente ya supera el 2% del PBI, lo que sin duda ha sido influenciado en alguna medida por la multitud de turistas provenientes de Brasil que visitan Buenos Aires.

En suma, más tarde o más temprano, la economía brasilera deberá hacer un "aterrizaje suave" -otra diferencia con los "aterrizajes" argentinos- que probablemente, por lo dicho en el párrafo anterior, afecte parte del "presente viento de cola" que impulsa a la nuestra.

Finalmente, el Mercosur: lo que alguna vez fue una prioridad para la diplomacia brasilera, fue reemplazada hoy por ámbitos mundiales de acción más ambiciosos como el BRIC, el FMI, luego del reciente aumento de de su voto y las Naciones Unidas, donde el objetivo es integrar a mediano plazo con carácter permanente el Consejo de Seguridad.


Después de la muerte de Kirchner: el cambiante humor de los argentinos


Una vez más, Agustín Mackinlay, es tan amable y nos regala uno de sus estupendos artículos, el link es ANACICLOSIS & LIQUIDEZ: EL (CAMBIANTE) HUMOR DE LOS ARGENTINOS:

ANACICLOSIS & LIQUIDEZ: EL (CAMBIANTE) HUMOR DE LOS ARGENTINOS
"La borrachera del éxito es lo que más perturba el liderazgo" — Felipe González


Por AM

Recibo llamados desde Ámsterdam y Barcelona de gente perpleja e incrédula frente al fenómeno Kirchner: "¿Es que se han vueltos locos los Argentinos? ¿Cómo se puede explicar semejante histeria?" A mucha gente en Europa le cuesta entender lo que está sucediendo. A primera vista, esta incredulidad tiene cierta razón de ser. Columnistas ferozmente anti-Kirchner hace una semana ensalzan ahora las virtudes del líder trágicamente desaparecido. Vuelan las (muy) audaces comparaciones: Perón, Evita, el Che — muy pronto San Martín. Criticado hasta hace pocos días por la hiper-corrupción [ver], por la inseguridad galopante y por su apoyo a Hugo Chávez, Néstor Kirchner se está convirtiendo en uno de los grandes ídolos políticos de la Argentina. De pronto, la carrera de la Sra. de Kirchner se ve impulsada por un envión que, nos aseguran, arrasará a toda oposición.

¿Qué está pasando?

Anaciclosis & liquidez
Hay una explicación. Los argentinos no somos ni más ni menos histéricos que los suecos, los holandeses o los catalanes. El problema está en el diseño institucional del país, que deja una serie de variables-clave —la competitividad y, en última instancia, el empleo— excesivamente vulnerables frente a cambios en el ciclo económico global. Podemos medir estos cambios con cierta precisión a través de indicadores de liquidez global (*). Con esta idea en mente, si 'ponderamos' el legado económico de los presidentes argentinos, llegamos a interesantes resultados:

(1) Carlos Menem: muy popular en su primer mandato. ¡"Boom" de liquidez global! (+14.2%, marzo 1995).

(2) Carlos Menem: extremadamente impopular en su segundo mandato. ¡Colapso de liquidez global! (—4.7%, agosto 1998).

(3) Fernando De la Rúa: muy impopular. Sequía de liquidez global (+1.3%, abril de 2001).

(4) Néstor Kirchner: muy popular. ¡Histórico "boom" de liquidez global! (+22.8%, septiembre de 2004).

De ahí provienen los bruscos cambios en el humor político del país. Muchos argentinos piensan que Néstor Kirchner fue un genio y que Fernando de la Rúa fue un incapaz porque no discriminan el contexto en el que actuaron. Sería interesante saber cómo hubiera actuado el Sr. Kirchner —¡que era menemista!— hacia 1999-2000, en plena sequía de liquidez. Con el mismo criterio, acaso el Sr. De la Rúa no hubiese quedado tan desprestigiado si le hubiese tocado un "boom" de liquidez comparable al de 2003-2007. Recordemos, una vez más, las enormes diferencias en el valor del dólar, en la cotización de la soja y en el nivel de las tasas de interés internacionales entre 1999-2001 y 2003-2007 (o 2009). La Argentina de Fernando de la Rúa carecía de competitividad por el alto costo de la mano de obra y del capital. Hacia 1999, el nivel de empleo corrigió bruscamente a la baja — y con él la popularidad del presidente. Luego vino su propio hara-kiri: el impuestazo del Sr. Machinea, el caso del juez Liporaci, los super-poderes al Sr. Cavallo.

¿Cómo evitar los bruscos mood swings?
La Argentina puede hacer muy poco para suavizar los ciclos globales. Pero sí puede atenuar el impacto de estos cambios en las variables económicas domésticas. Por empezar, no tenemos moneda propia. Por más que nos aseguren lo contrario, el peso es apenas un medio de pago para transacciones pequeñas. Dada la ausencia de un banco central independiente, no es ni puede ser unidad de cuenta ni reserva de valor. Desde este punto de vista, el Sr. Kirchner innovó menos de lo que se cree: el peso sigue atado al dólar — solo que a un nivel diferente. Cuando venga un fase bajista del ciclo global (y el dólar se aprecie frente al real, entre otros), la Argentina no podrá ajustar el tipo de cambio sin generar un gran salto en las expectativas inflacionarias. En otras palabras: la ausencia de un banco central des-politizado nos "ata" invariablemente a los vaivenes del ciclo global.

Pero esto no es todo. Si algo demuestra la experiencia, es que una reforma monetaria de por sí no arregla el problema. Esto fue lo que 'hundió' al Sr. Menem. La convertibilidad fue la única reforma institucional seria. Bajo su presidencia, la independencia judicial fue deliberadamente destruida. Desde Montesquieu y Adam Smith, sabemos lo que esto significa: alto costo del capital. Cuando el dólar se apreció en el mundo entero (1997-2000), la Argentina sufrió el doble demonio de un alto costo de la mano de obra y —simultáneamente— alto costo del capital. El país era económicamente inviable. Mientras tanto, la idea del neo-kirchnerismo parece ser: más de lo mismo. La Sra. Cristina apostará el futuro del país a la continuidad del actual super-ciclo de liquidez global. No habrá gobierno moderado.
* * *
¡Prepárese para más mood swings!

(*) Defino la Liquidez Dolarizada Global como la suma de los titulos del Tesoro estadounidense comprados por la Reserva Federal (sumado a otros factores que, desde la crisis de 2008, inciden en la base monetaria) y los títulos depositados en custodia en la Fed, pero que pertenecen a bancos centrales del resto del mundo. Esta segunda variable es un proxy para medir el papel del dólar como moneda internacional de reserva.