miércoles, septiembre 03, 2014

Discurso del Presidente de Alemania, Joachim Gauck, en Polonia 2014




El presidente polaco comienza su discurso en el minuto 35. Pueden ver al presidente alemán, a partir del minuto 51.

Traduzco Mensch por hombres y mujeres, que me parece que interpreta el sentido de la voz alemana. Espero que nadie sugiera que traduzca Mensch por "ser humano". Donde dice Männer und Frauen, traduzco hombres y mujeres ;)

Hoy, hace 75 anos comenzó, aquí en la Westerplatte, la II Guerra Mundial. Más de 110 millones de personas estaban en armas, casi 60 millones murieron. Más de 60 estados se hallaban en guerra, en un conflicto armado que terminó recién después de seis anos, con el genocidio de los judíos y que alcanzó una crueldad desconocida hasta ese momento.

Los polacos sufrieron lo indecible en esta guerra –que les fue impuesta (aufgezwungen) por el Tercer Reich–.  En efecto, después de la derrota militar, en octubre de 1939, la violencia, en forma de terror, continuó sobre la población civil polaca. Hitler quería más que la corrección de los límites de Versailles. Él buscaba el llamado "Lebensraum" para el pueblo alemán. Hitler quería más que un estado polaco vasallo, buscaba la aniquilación del estado, de su capa directiva y la explotación del resto de la población de Polonia.

Hitler usó a Polonia como un laboratorio para su locura racista, como un campo de ensayo de su política de opresión y exterminio de eslavos y judíos. Casi seis millones de ciudadanos polacos fueron arbitrariamente fusilados o liquidados en forma sistemática. Acabaron en celdas de prisiones o en trabajos forzados, en la lluvia de bombas o en campos de concentración.

Y hay otra cosa que caracteriza a este país: no hubo ninguna otra nación que ofreciera resistencia, de tales dimensiones y durante un periodo tan largo. Los polacos querían liberar ellos mismos a su país. Querían un país libre, que se autodeterminara y fuera independiente.

Cuando llegó la liberación, no trajo a la nación polaca, ni libertad, ni independencia. Polonia se cuenta entre los ganadores de la guerra; sin embargo, al país no le fue concedida, ni la libertad, ni la independencia. Con la dominación soviética, una dictadura siguió a otra. Polonia logró recién su independencia gracias a Solidarność.

Las amargas experiencias de la nación polaca muestran que realmente sólo pueden vivir en paz con sus vecinos, los países independientes y que deciden ellos mismos su destino. Por otra parte, verdaderamente, en paz con sus vecinos, viven solamente los pueblos que respetan la independencia y la autodeterminación de otros pueblos.

Hoy, existen en Alemania, sólo muy pocas personas (vivas) que hayan tenido una responsabilidad personal en los crímenes del que fue culpable el estado nacional socialista. Yo mismo, tenía tan sólo cinco anos cuando terminó la guerra. Pero como descendiente de una generación que cometió o permitió crímenes brutales y como descendiente de un estado cuyos ciudadanos negaban la calidad de humano a otros, siento una profunda vergüenza y un profundo sentimiento con aquellos que sufrieron bajo los alemanes. En mí, en nosotros, en todos los que han nacido después en Alemania, surge de la culpa de ayer, una especial responsabilidad para hoy y para manana.

Cuando las relaciones entre los pueblos se hallan profundamente marcadas por la injusticia y el dolor, por la arrogancia y la humillación, como ocurre entre Alemania y Polonia, vencer la enemistad no es algo que podamos sobreentender. El acercamiento entre nuestros pueblos me parece que es casi un milagro.

Para que este milagro sea realidad, se necesita hombres y mujeres dotados de racionalidad política y de una gran fuerza de voluntad. La racionalidad política para continuar avanzando por el camino que Europa Occidental inició en 1950, con la creación de una familia de pueblos y que, después de 1989, prosiguió junto a Europa central y oriental. Además de la fuerza de voluntad, hay que recordar el pasado doloroso; pero finalmente dejarlo tras de sí, movidos por la voluntad de nuestro común futuro.

Conozco las largas sombras que lanzan el sufrimiento y la injusticia y que oscurecen las almas de los hombres. Sé que el dolor tiene que ser lamentado y que el agravio pide que se restablezca la justicia. Por eso mismo, necesitamos sinceridad frente al pasado que no debe ser callado, ni tampoco hermoseado y sabemos también que hay que dar reconocimiento a las víctimas. No obstante, sé que las heridas no pueden sanar si la animosidad y el resentimiento impiden la reconciliación con la nueva realidad y roban el futuro a los hombres y mujeres de hoy.

Por el bien de los hombres, no podemos dar lugar ni al viejo, ni a un nuevo nacionalismo. Precisamente, en pos de este futuro, prosigamos unidos construyendo una Europa pacífica y democrática, recordando con agradecimiento a cada alemán y a cada polaco que, tempranamente, buscaron el encuentro mutuo. Hombres valientes, intelectuales que en su respectivo país, llevaron a cabo, en la Iglesia evangélica y en la católica, la acción Sühnezeichen. Justamente, nosotros como alemanes, no podemos olvidar el arrodillamiento de Willy Brandt en Varsovia, ese gesto de humildad con el que él pidió perdón por los crímenes alemanes durante la II Guerra. En nuestro recuerdo permanece también el abrazo del canciller Helmut Kohl y del primer ministro Tadeusz Mazowiecki en la ciudad silesia de Kreisau, sólo tres días antes de la Caída del Muro, en 1989. De una forma conmovedora, simbolizan el fin de la enemistad, de la desconfianza y de la guerra y el deseo de comprensión y de reconciliación.

Cuando, hace exactamente cinco anos, en la Westerplatte, veinte jefes de estado y de gobierno europeos se reunieron, para recordar juntos el horror de la segunda guerra, veíamos un continente camino de la libertad y de la paz. Creíamos y queríamos creer que también Rusia, la patria de Tolstoi y Dostojewski, podía ser parte de esa nuestra Europa. Creíamos y queríamos creer que las reformas políticas y económicas acercarían a nuestros vecinos del Este a la Unión Europea y que la aceptación de valores universales, conduciría a instituciones comunes.

Nadie podía entonces prever sobre qué hielo más delgado nos estábamos moviendo. Qué equivocada nuestra fe en que la preservación de la estabilidad y dela paz había finalmente ganado prioridad por sobre el deseo de poder. Por ello mismo, ha sido un shock vernos confrontados al hecho de que, en el borde de Europa, tiene lugar nuevamente, un conflicto militar. Una disputa militar referida a fronteras y a un nuevo orden. Sí, es un hecho: la estabilidad y la paz en nuestro continente, se encuentran nuevamente en peligro.

Después de la caída del muro, tanto la Unión europea, como la OTAN y el grupo de las naciones industrializadas desarrollaron especiales relaciones con Rusia y, de diferentes maneras, integraron a ese país. Esta partnership ha sido, de facto, terminada unilateralmente por Rusia. Nosotros, en el futuro deseamos una partnership y una buena vecindad. Pero el fundamento debe ser un cambio en la política rusa y el retorno al respeto de los principios del derecho internacional.

Si nos aferramos al derecho, lo fortalecemos y no pemitimos que sea suplantado por la ley del más fuerte, nos enfrentamos a todo el que viole el derecho internacional, que anexe territorio extranjero y que apoye militarmente la secesión de territorio extranjero. Y por ello, defendemos cada valor al que le debemos nuestra convivencia libre y pacífica. Vamos a adaptar la política, la economía y la disposición a defendernos a las nuevas condiciones. No permitiremos, que la Unión europea y los EEUU seamos divididos en cuestiones fundamentales, y tampoco lo permitiremos en el futuro.

La historia nos ensena que, con frecuencia, las concesiones territoriales sólo abren aún más el apetito de los agresores. La historia también nos ensena que, de la escalación incontrolada puede surgir una dinámica que, en algún momento, ya no se pueda controlar. Por ello mismo, Alemania aspira –tal como toda la Unión europea– a una política exterior y de seguridad que lleve a una deescalación, que combine la firmeza en los principios con la capacidad de lograr compromisos, la decisión y la elasticidad y que estará en condiciones de hacer frente a una agresión sin traicionar sus princios. 

Europa se halla frente a nuevos y grandes desafíos. Lo que actualmente estamos presenciando, es la erosión del antiguo orden y al surgimiento de llamaradas de nuevas formas de violencia en nuestra periferia. Esto vale para el Cercano oriente y para Noráfrica. Sólo en pocos lugares, la Primavera Árabe llevó a la democracia y a la estabilidad, en muchos sitios, persisten los disturbios y las luchas de poder. La fuerte influencia de grupos islamistas, especialmente de fundamentalistas violentos, se impone en parte de Siria e Irak.

A diferencia de rebeliones pretéritas, no interesa a estos grupos lograr un cambio en el poder en el marco de estados nacionales. Estos nuevos grupos son más radicales y su objetivo es lograr erigir un califato terrorista en el ámbito árabe. Hombres y mujeres fanáticos y embrutecidos, provenientes de distintos países abusan de la religión y de la moral, para perseguir a todos e incluso matar a todos quienes se les enfrenten, tanto musulmanes como personas de otras religiones. Nuestas ciudades y nuestros estados occidentales son considerados por ellos como lugares de perdición. La forma social de la democracia es combatida por ellos y la universalidad delos derechos humanos, es negada.

Impedir y combatir este terrorismo es interés existencial de la comunidad internacional y, por tanto, de Europa.  Primero, debido a la cercanía geográfica: refugiados del Cercano Oriente ingresan a Europa y terroristas reclutan nuevos terroristas en nuestros estados. Segundo, porque el conflicto puede alcanzar a nuestros países. Tampoco podemos descartar que estados europeos sean objetivo de atentados terroristas islamistas.

Al conmemorar hoy juntos este aniversario en la Westerplatte, no nos vemos sólo confrontados a lo que los hombres fueron capaces de hacer durante la II Guerra Mundial, sino que nos vemos confrontados conscientemente con lo que el hombre es capaz de hacer hoy.

Sí, la conmemoración nos ha unido. Pero igualmente, estamos unidos frente a las actuales amenazas. Nadie puede dudarlo: alemanes y polacos están juntos y tirando de la misma cuerda. Unidos aceptamos la particular responsabilidad de enfrentar los conflictos que surgen en el vecindario.  Nos comportaremos en consecuencia, comprometidos con las soluciones pacíficas.

Frenta a los nuevos desafíos, también la Unión Europea debe permanecer unida. Sólo unidos podemos construir la Europa democrática y pacífica del futuro. Y sólo unidos la podemos defender.