De Diego Goldman, publicado originariamente en su blog El extraño mundo de Diego H. Goldman bajo el título Yo planifico, tu planificas, él no planifica
Cuando una empresa paga anuncios en las radios para tratar de convencer a los consumidores de que no adquieran sus productos no hay que ser muy inteligente para darse cuenta que algo anda mal. Si la empresa que hace publicidad promoviendo el “ahorro” de su producto por parte de los consumidores es la empresa que distribuye energía eléctrica, entonces mejor será salir a comprar velas no sólo para las veladas románticas y abanicos que ayuden a mitigar el calor del verano. La crisis energética ya está entre nosotros, y no sabemos a ciencia cierta cuando nos abandonará.
Por cierto que los apagones repentinos no son un fenómeno que nos tome por sorpresa. Hacía bastante tiempo, al menos tres años, que muchos conocedores del mercado eléctrico venían anunciando que el sistema funcionaba al borde del colapso, y que eran necesarias nuevas inversiones para evitar problemas.
Pero hete aquí que existía (y existe) un pequeño obstáculo para que las tan necesarias inversiones en generación y distribución de energía eléctrica se lleven a cabo: el gobierno mantiene congeladas las tarifas del servicio desde la devaluación del año 2002.
Construir centrales eléctricas, líneas de alta tensión, transformadores y otros elementos necesarios para que todos podamos gozar del aire acondicionado al máximo y las luces del arbolito de navidad requiere dinero, mucho dinero. Como es de esperar, nadie va a poner millones de dólares en semejante negocio si no espera recuperar la inversión y obtener ganancias, al menos iguales a las que se obtienen en otros sectores, en un plazo razonable. ¿O acaso Ud. invertiría sus ahorros en construir una represa hidroeléctrica si comprar un campo y plantar soja le reditúa mejores ganancias? Por supuesto que no. Y como la fuente normal de ingresos en una compañía generadora o distribuidora de energía eléctrica es en última instancia la tarifa que se cobra a los usuarios por el servicio, parece que el modo más razonable de incrementar las ganancias de la empresa es subiendo dicho precio (el otro sería reducir los costos, pero es ya casi imposible sin empeorar aún más la calidad del servicio).
De modo que, con precios bajos, el negocio de la energía no es atractivo para los inversores, la inversión decae y la oferta de electricidad resulta insuficiente para abastecer a la demanda.En una economía libre, el problema de escasez energética se resolvería de modo sumamente sencillo: las firmas aumentan los precios, lo que atrae la inversión e incrementa la oferta. Por otra parte, el aumento del precio contribuye a reducir la demanda, hasta que se alcanza “un punto de equilibrio” (o al menos el proceso de mercado tiende hacia él) donde, a determinado precio, todo el mundo que desea consumir energía la consigue y todo el que quiere venderla encuentra comprador.
La más elemental noción de economía de escuela primaria nos lleva a esta conclusión. Y lo más notable es que para llegar al punto donde todo el mundo tiene electricidad, es feliz y come perdiz, no hace falta que intervenga ningún funcionario que se ponga a planificar nada. Simplemente la interacción de productores y consumidores da lugar al nacimiento de un precio que permite asignar los recursos, y cuyas modificaciones indican si es necesario incrementar las inversiones o reducir el consumo.
Hasta aquí lo que sucedería en una economía con precios libres, donde los únicos “planificadores” son los productores y los consumidores.
¿Qué sucede en cambio cuando no existen precios libres, sino que el “precio” (que en realidad deja de ser tal) es fijado coactivamente por una autoridad estatal?
Bueno, dependiendo de en qué punto a la autoridad se le ocurra fijar el “precio”, se pueden dar situaciones en donde existan más personas dispuestas a consumir electricidad que a producirla, o viceversa. Puesto que en realidad el “precio” ha dejado de existir como tal, y ha sido reemplazado por un número que nada significa, la función de “planificación” que cumplen los actores del mercado queda vacante. Y los problemas empiezan a sucederse.
Suele ocurrir que, cuando los auténticos “planificadores” del sistema son eliminados por la autoridad política, esta intente recurrir a alguna forma de planificación centralizada que asigne los recursos de modo tal de equilibrar oferta con demanda, recurriendo a medidas coercitivas, a inversiones estatales o a lo que sea. Pero dado que no existe precio, resulta imposible saber cuanta gente desea consumir, en qué cantidad, con qué intensidad lo desea, cuanto estaría dispuesta a sacrificar para satisfacer sus deseos, etc. De modo que en definitiva resulta imposible al “planificador” conocer el modo en que la sociedad desea asignar sus escasos recursos y actuar en consecuencia, por lo que tarde o temprano el sistema falla y sobreviene la crisis.
Casualmente, en forma más o menos contemporánea a la destrucción del sistema de precios del mercado eléctrico mediante el congelamiento de las tarifas, el gobierno nacional creo un “ministerio de planificación federal”, que presumiblemente tiene como una de sus misiones “planificar” las inversiones y la asignación de recursos en materia de servicios públicos.
Pero cómo a este ministerio le falta, y le faltará siempre, la información básica para hacer que el sistema eléctrico “funcione”, qué solo puede ser provista por el sistema de precios, su papel no puede ser otro que el de intentar ocultar la crisis que el propio gobierno ha engendrado, a través de inversiones “cosméticas”, campañas de ahorro de energía, sanciones a quienes no vendan energía al precio arbitrariamente fijado.
Porque, después de todo, yo planifico, tú planificas, pero él (el ministerio) es incapaz de planificar nada.
O sea que, en definitiva, ¿para qué queremos un ministerio de planificación que no planifica nada?
Si me permitieran elegir, yo elegiría gastar el dinero en otra cosa y no en los sueldos, cafés y cuentas telefónicas de un importante número de funcionarios. Lo gastaría en centrales eléctricas, por ejemplo.
2 comentarios:
Hola Diego, creo que tienes toda la razón.
Yo agregaría que esto se relaciona con la subvaluación del tipo de cambio en Argentina que ha llevado a que se empiece a acelerar la inflación. A su vez la inflación se quiere contener con controles de precios que generan escasez.
Yo también creo que es urgente liberar los precios (incluyendo al tipo de cambio).
Desgraciadamente, creo que Argentina va a tener severos problemas económicos si no modifica esta clase de políticas.
Hola:
Conrespecto a este tema, como planean entregar energía en los proximos años a los usuarios argentinas, ya que por lo uqe he leído en los diarios la demanda crece más que la oferta??.
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