sábado, enero 20, 2007

Personas y multiculturalidad

En medio del fragor politiquero de las últimas semanas, y pese a quien pese, la vida continúa, llena de luchas personales, y con la carga habitual de sufrimiento inútil.

En medio de las noticias sobre gobierno, PP y ETA, casi con calzador han entrado en las agendas de los medios masivos de comunicación un par de noticias que me parecen muy interesantes (por desgracia) para los que tratamos de cuidar ese elemento de la sociedad que es el individuo niño.

Son además ejemplos de cómo la sociedad española se relaciona con las de más allá de sus fronteras dentro de sí misma, así que creo que pueden ser historias con interés para quien quiera saber algo más de esta España de hoy. Y finalmente, supongo que se creará algún mínimo debate. Pero lo primero es lo primero.

"Beliza". Una palabra más, con un claro género femenino en castellano, aunque no se conozca plenamente si tiene significado. Pues bien, es el nombre que le quieren poner dos padres bolivianos a su hija recién nacida en España. Lo chocante es que un juez español les ha denegado ese nombre, y por tanto la nacionalidad de la criatura (ocho meses tiene, y ya es inmigrante sin papeles en este mundo), por no considerar que sea un nombre castellano femenino, pese a que, reclaman los padres, en una obra de Lope de Vega aparece una "Belisa". Personalmente me parece que ni siquiera esa "razón" del juez tiene sentido en España, donde, por ejemplo aquí en el País Vasco, hay muchos nombres de chica que uno no sabe si son de chica o de chico salvo por la costumbre (el euskera no tiene géneros), y son nombres perfectamente legales. Pero además, teniendo en cuenta la moda que hay de poner a los niños nombres ingleses, que también son perfectamente legales, el motivo de todo este caso se me hace sencillamente incomprensible.

La noticia apareció por primera vez en el gratuito "20minutos", pero yo la conocí a través de este artículo de elpais.com.

La siguiente historia gira nuestra mirada hacia el Este y hacia el Mediterráneo de donde casi todo lo ibérico procede, y nos enfrenta a un problema más grave: ¿qué hacer cuando se enfrentan dos miradas opuestas de ver la vida y se juega la educación de cuatro niños?

Una asturiana se enamoró de un judío, se casó con él en Miami y finalmente recalaron en Israel, previo proceso de radicalización de él, quien ahora es un judío ultraortodoxo. Viven durante ocho años cerca de Tel Aviv, con sus hijos victimas del miedo impuesto a medias por el terrorismo islámico y palestino y por el gobierno israelí, que sabe manejar como nadie a su pueblo (ésta es una apreciación personal mía), con una serie de imposiciones sobre la vida de los cuatro hijos propias sólo de la mente enferma de los radicales religiosos. Hasta que la madre no aguanta más y se vuelve con sus hijos a España, de forma ilegal.

El padre ejerce su derecho a defenderse legalmente, y por un convenio de regreso de menores éstos deben volver ahora con él a Israel, un país en guerra constante contra todos los que lo rodean, y en medio de una parte de su sociedad absolutamente asfixiante para cuatro personitas que ya han probado la sociedad libre occidental.

¿Cómo proceder? ¿Pueden valer más los tratados internacionales que el bienestar de las personas? ¿Cómo decidir entre dos tipos de sociedad a los que la ley otorga igualdad pese a ser muy diferentes y basarse en principios opuestos? Porque por mucho que deteste el modo de pensar de gente como el padre en esta historia, él también tiene derecho a la custodia y compañía de sus hijos... El artículo.

En fin, temas de difícil solución, que someto a la opinión de los lectores de Planisferio. Son además problemas personales, individuales, que van a ocurrir cada vez con mayor frecuencia, a medida que las diferentes sociedades que conviven en el planeta se toquen, se junten y se rocen creando algo nuevo. Un proceso que en sí me parece positivo, pero que es un fenómeno de grupos, y cuando los grupos trabajan los individuos suelen sufrir.

8 comentarios:

Carmen Bellver dijo...

Te aseguro que estas historias te hacen replantearte el derecho internacional y todo lo demás que viene detrás. Esta vez me paseo por aquí en el planisferio en el otro blog me perdia en Alemania. Aquí hablas muy al día de nosotros los españoles.

Marta Salazar dijo...

difícil tarea nos has puesto Mak!

en el primer caso, según he escuchado, las autoridades espanolas han ido evolucionando y abriéndose a los nombres extranjeros, paulatinamente en los últimos años o décadas...

claro que este parece que Beliza o Belisa no es extranjero...

Supongo que será un problema de prueba... y que, en este caso, para bien o para mal, el peso de la prueba recae sobre los padres.

El segundo caso es más difícil.

No estuvo bien que ella huyera con sus hijos. Debió haber recurrido a los tribunales israelíes. Y haber pedido la custodia exclusiva de sus hijos. O algo similar, las posibilidades que el derecho israelí les dé.

En lo cultural, por los apellidos del padre y de su abogado, parece que se trata de sefardíes. De manera que es probable que la diferencia cultural no haya sido tan grande.

Si me dices que se trataba de un israelí ucraniano de la primera generación que se casó con una asturiana... te diría, ok, la diferencia cultural -también en la educación de los hijos- era muy grande.

Lo pongo de relieve porque estos son temas de los que hay que hablar (la famosa comunicación) antes de casarse, pienso yo. Es difícil lograr una solución a posteriori.

En todos estos casos (he visto similares en Alemania, entre extranjeros y alemanes), las dificultades hay que preverlas, sin ingenuidad, antes de casarse... llegar entonces a un pacto, a un acuerdo. Lamentablemente, después lo único que se puede lograr es un modus vivendi entre los padres; pero, se quiera o no, los hijos siempre sufren...

Anónimo dijo...

El primer caso me parece de más facil solución que el segundo. A falta de una lista oficial de nombres, antes se usaba el santoral, creo que lo unico que hay que respetar es que el nombre no sea peyorativo o que vaya a causar problemas al niño.
Sobre los otros dos casos, confieso que no creo en la multiculturalidad, si ya se que sería más fácil decir que es muy bonito, que vivimos en los mundos de yupi, la paz universal, blablabla. El caso es que los matrimonios mixtos suelen ser muy problematicos, no se como resolver este asunto de la misma manera que me siento impotente cuando unos esposos se divorcian y abocan a los hijos en la mayor parte de los casos al sufrimiento. Mi consejo personal es evitar matrimonios mixtos, aunque sea politicamente incorrecto, tienen muchas mas posibilidades de fracaso.
saludos

Marta Salazar dijo...

a mí, en lo personal, me encantan los matrimonios mixtos!

y no los encuentro tan problemáticos... depende de las personas y si están seguras de su camino, pero a la vez, apoyan y respetan a la persona de su cónyuge.

Me encanta también la multi- o pluriculturalidad!

Me parece muy aburrido eso de que todos sean iguales, gracias a Dios, vengo de un país americano con una abundante inmigración!

Y me fascinan las sociedades pluralistas o -como dice una amiga mía espanola- variopintas. (Perdonen que me meta en temas espanoles).

Lo único es que, insisto, no hay que ser ingenuos y hablar de las cosas antes de casarse.

No pensar que mi marido extranjero es igual a mi papá, porque no lo será, para bien o para mal. Y tendrá otra idea de matrimonio y de la educación de los hijos, además de otros temas.

Lo otro es que, el lugar donde vivir... esto tiene que estar claro antes de contraer el sagrado vínculo...

Y algo que le he recomendado a todos mis amigos: ambos cónyuges tienen que ser capaces de vivir felices en el país del otro, de la otra.

Es lo que no se dió en el segundo caso... ella no podía vivir en Israel, al menos no feliz.

Este tipo de decisiones, pienso yo, deben ser tomadas de común acuerdo por ambos antes de casarse.

Lo que me parece duro es lo que ella dice: que el papá casará a la hija a una cierta edad con un ortodoxo igual a él.

No sé si esto sea así o ella lo teme.

Ella se casó -esperemos libremente-con él, en circunstancias que él era ortodoxo. O no?

Lo que debe ser terrible es vivir en un país en guerra. Y eso debería ser lo que el marido de la sra. asturiana, debería comprender. Pero para esto, no hay medios jurídicos que lo obliguen a hacerlo.

Gracias Aníbal, por tu comentario!

Anónimo dijo...

Creo que él no era tan ortodoxo cuando se casaron, pero que experimentó una evolución personal que lo llevó en esa dirección.

Marta Salazar dijo...

hola hola! eso es lo que dicen todos... que se casaron con otra persona y ésta cambió.

Es lógico: las personas cambian con los años, lo importante es que cambien juntas...

Bueno, pero este no es el consultorio de la dra. corazón; los errores ya fueron cometidos; y es lo que yo pienso que se debería prevenir.

La prensa española estará siempre a favor de su co-nacional; pero para hacerse una idea de lo que ocurrió, deberíamos escuchar también a la otra parte.

Supongo que será duro vivir en un país en guerra, pero supongo que ella también quiso irse a Israel.

Lo otro es: por qué se convirtió? es que, muchas veces, parece que continuara, en el s. 21, aplicándose el principio "el pueblo sigue la religión del monarca"; en este caso, la mujer sigue la religión del marido.

No! No veo por qué haya que cambiar de religión, ni de país. Supongo que si ella no se hubiera convertido voluntariamente y si siguieran en Miami, no habría ocurrido lo que ocurrió.

El papá español de una amiga en Alemania, se dió cuenta que su señora alemana no podría vivir en España y se quedó toda su vida aquí, por amor a ella. Why not?

Pero en este caso, los errores se cometieron al comienzo. Cómo es lo del principio de la mariposa?

Sobre los nombres de los bolivianos, pienso que los padres tienen derecho a poner a los hijos los nombres que quieran, los límites son, evidentemente el daño al hijo que, un nombre ridículo que le produzca un daño para toda la vida.

Sls!

Anónimo dijo...

Pues a mí Beliza me parece un nombre bonito ;-)

Marta, no creo que la esposa del judío llegase a convertirse (¿o es obligatorio?), además, parece que él se fue convirtiendo a una de las variantes más radicales del judaísmo... Tal vez ella se fuera con él a Israel precisamente por amor, pero somos humanos y todos tenemos unos límites.

Marta Salazar dijo...

Hola hola! Me pareció leer en uno de los artículos que enlazaste (tendría que releerlos) que ella se convirtó...

Evidentemente que no es obligatorio!!!

Conozco varios casos (en el grupo de amigos de mi país, no en Europa) de matrimonios mixtos y no creo que tengan más "riesgo" de fracaso que cualquier otro matrimonio no-mixto.

Hoy en día, en Europa, basta con decir que alguien es ortodoxo -lo que se entiende como sinónimo de fundamentalista- para descalificarlo.

Irse por amor... ahí estuvo el primer error. Ella no puede vivir en un país que está en guerra y parece que la gente tampoco le gusta. Por lo que decía en uno de los artículos.

Mi tía abuela se vino con su marido berlinés a Berlín el 30 y tantos. Cuando vieron venir la guerra y todo lo que significaba, se fueron -de consuno- con sus tres hijos de vuelta a mi país.

A veces, tener aparentemente "menos amor" es tener, en realidad, más amor.

El amor no es ciego :-)