En medio del fragor politiquero de las últimas semanas, y pese a quien pese, la vida continúa, llena de luchas personales, y con la carga habitual de sufrimiento inútil.
En medio de las noticias sobre gobierno, PP y ETA, casi con calzador han entrado en las agendas de los medios masivos de comunicación un par de noticias que me parecen muy interesantes (por desgracia) para los que tratamos de cuidar ese elemento de la sociedad que es el individuo niño.
Son además ejemplos de cómo la sociedad española se relaciona con las de más allá de sus fronteras dentro de sí misma, así que creo que pueden ser historias con interés para quien quiera saber algo más de esta España de hoy. Y finalmente, supongo que se creará algún mínimo debate. Pero lo primero es lo primero.
"Beliza". Una palabra más, con un claro género femenino en castellano, aunque no se conozca plenamente si tiene significado. Pues bien, es el nombre que le quieren poner dos padres bolivianos a su hija recién nacida en España. Lo chocante es que un juez español les ha denegado ese nombre, y por tanto la nacionalidad de la criatura (ocho meses tiene, y ya es inmigrante sin papeles en este mundo), por no considerar que sea un nombre castellano femenino, pese a que, reclaman los padres, en una obra de Lope de Vega aparece una "Belisa". Personalmente me parece que ni siquiera esa "razón" del juez tiene sentido en España, donde, por ejemplo aquí en el País Vasco, hay muchos nombres de chica que uno no sabe si son de chica o de chico salvo por la costumbre (el euskera no tiene géneros), y son nombres perfectamente legales. Pero además, teniendo en cuenta la moda que hay de poner a los niños nombres ingleses, que también son perfectamente legales, el motivo de todo este caso se me hace sencillamente incomprensible.
La noticia apareció por primera vez en el gratuito "20minutos", pero yo la conocí a través de este artículo de elpais.com.
La siguiente historia gira nuestra mirada hacia el Este y hacia el Mediterráneo de donde casi todo lo ibérico procede, y nos enfrenta a un problema más grave: ¿qué hacer cuando se enfrentan dos miradas opuestas de ver la vida y se juega la educación de cuatro niños?
Una asturiana se enamoró de un judío, se casó con él en Miami y finalmente recalaron en Israel, previo proceso de radicalización de él, quien ahora es un judío ultraortodoxo. Viven durante ocho años cerca de Tel Aviv, con sus hijos victimas del miedo impuesto a medias por el terrorismo islámico y palestino y por el gobierno israelí, que sabe manejar como nadie a su pueblo (ésta es una apreciación personal mía), con una serie de imposiciones sobre la vida de los cuatro hijos propias sólo de la mente enferma de los radicales religiosos. Hasta que la madre no aguanta más y se vuelve con sus hijos a España, de forma ilegal.
El padre ejerce su derecho a defenderse legalmente, y por un convenio de regreso de menores éstos deben volver ahora con él a Israel, un país en guerra constante contra todos los que lo rodean, y en medio de una parte de su sociedad absolutamente asfixiante para cuatro personitas que ya han probado la sociedad libre occidental.
¿Cómo proceder? ¿Pueden valer más los tratados internacionales que el bienestar de las personas? ¿Cómo decidir entre dos tipos de sociedad a los que la ley otorga igualdad pese a ser muy diferentes y basarse en principios opuestos? Porque por mucho que deteste el modo de pensar de gente como el padre en esta historia, él también tiene derecho a la custodia y compañía de sus hijos... El artículo.
En fin, temas de difícil solución, que someto a la opinión de los lectores de Planisferio. Son además problemas personales, individuales, que van a ocurrir cada vez con mayor frecuencia, a medida que las diferentes sociedades que conviven en el planeta se toquen, se junten y se rocen creando algo nuevo. Un proceso que en sí me parece positivo, pero que es un fenómeno de grupos, y cuando los grupos trabajan los individuos suelen sufrir.
En medio de las noticias sobre gobierno, PP y ETA, casi con calzador han entrado en las agendas de los medios masivos de comunicación un par de noticias que me parecen muy interesantes (por desgracia) para los que tratamos de cuidar ese elemento de la sociedad que es el individuo niño.
Son además ejemplos de cómo la sociedad española se relaciona con las de más allá de sus fronteras dentro de sí misma, así que creo que pueden ser historias con interés para quien quiera saber algo más de esta España de hoy. Y finalmente, supongo que se creará algún mínimo debate. Pero lo primero es lo primero.
"Beliza". Una palabra más, con un claro género femenino en castellano, aunque no se conozca plenamente si tiene significado. Pues bien, es el nombre que le quieren poner dos padres bolivianos a su hija recién nacida en España. Lo chocante es que un juez español les ha denegado ese nombre, y por tanto la nacionalidad de la criatura (ocho meses tiene, y ya es inmigrante sin papeles en este mundo), por no considerar que sea un nombre castellano femenino, pese a que, reclaman los padres, en una obra de Lope de Vega aparece una "Belisa". Personalmente me parece que ni siquiera esa "razón" del juez tiene sentido en España, donde, por ejemplo aquí en el País Vasco, hay muchos nombres de chica que uno no sabe si son de chica o de chico salvo por la costumbre (el euskera no tiene géneros), y son nombres perfectamente legales. Pero además, teniendo en cuenta la moda que hay de poner a los niños nombres ingleses, que también son perfectamente legales, el motivo de todo este caso se me hace sencillamente incomprensible.
La noticia apareció por primera vez en el gratuito "20minutos", pero yo la conocí a través de este artículo de elpais.com.
La siguiente historia gira nuestra mirada hacia el Este y hacia el Mediterráneo de donde casi todo lo ibérico procede, y nos enfrenta a un problema más grave: ¿qué hacer cuando se enfrentan dos miradas opuestas de ver la vida y se juega la educación de cuatro niños?
Una asturiana se enamoró de un judío, se casó con él en Miami y finalmente recalaron en Israel, previo proceso de radicalización de él, quien ahora es un judío ultraortodoxo. Viven durante ocho años cerca de Tel Aviv, con sus hijos victimas del miedo impuesto a medias por el terrorismo islámico y palestino y por el gobierno israelí, que sabe manejar como nadie a su pueblo (ésta es una apreciación personal mía), con una serie de imposiciones sobre la vida de los cuatro hijos propias sólo de la mente enferma de los radicales religiosos. Hasta que la madre no aguanta más y se vuelve con sus hijos a España, de forma ilegal.
El padre ejerce su derecho a defenderse legalmente, y por un convenio de regreso de menores éstos deben volver ahora con él a Israel, un país en guerra constante contra todos los que lo rodean, y en medio de una parte de su sociedad absolutamente asfixiante para cuatro personitas que ya han probado la sociedad libre occidental.
¿Cómo proceder? ¿Pueden valer más los tratados internacionales que el bienestar de las personas? ¿Cómo decidir entre dos tipos de sociedad a los que la ley otorga igualdad pese a ser muy diferentes y basarse en principios opuestos? Porque por mucho que deteste el modo de pensar de gente como el padre en esta historia, él también tiene derecho a la custodia y compañía de sus hijos... El artículo.
En fin, temas de difícil solución, que someto a la opinión de los lectores de Planisferio. Son además problemas personales, individuales, que van a ocurrir cada vez con mayor frecuencia, a medida que las diferentes sociedades que conviven en el planeta se toquen, se junten y se rocen creando algo nuevo. Un proceso que en sí me parece positivo, pero que es un fenómeno de grupos, y cuando los grupos trabajan los individuos suelen sufrir.
4 comentarios:
Te aseguro que estas historias te hacen replantearte el derecho internacional y todo lo demás que viene detrás. Esta vez me paseo por aquí en el planisferio en el otro blog me perdia en Alemania. Aquí hablas muy al día de nosotros los españoles.
El primer caso me parece de más facil solución que el segundo. A falta de una lista oficial de nombres, antes se usaba el santoral, creo que lo unico que hay que respetar es que el nombre no sea peyorativo o que vaya a causar problemas al niño.
Sobre los otros dos casos, confieso que no creo en la multiculturalidad, si ya se que sería más fácil decir que es muy bonito, que vivimos en los mundos de yupi, la paz universal, blablabla. El caso es que los matrimonios mixtos suelen ser muy problematicos, no se como resolver este asunto de la misma manera que me siento impotente cuando unos esposos se divorcian y abocan a los hijos en la mayor parte de los casos al sufrimiento. Mi consejo personal es evitar matrimonios mixtos, aunque sea politicamente incorrecto, tienen muchas mas posibilidades de fracaso.
saludos
Creo que él no era tan ortodoxo cuando se casaron, pero que experimentó una evolución personal que lo llevó en esa dirección.
Pues a mí Beliza me parece un nombre bonito ;-)
Marta, no creo que la esposa del judío llegase a convertirse (¿o es obligatorio?), además, parece que él se fue convirtiendo a una de las variantes más radicales del judaísmo... Tal vez ella se fuera con él a Israel precisamente por amor, pero somos humanos y todos tenemos unos límites.
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