Por Jide Martins
Al final de año Nigeria experimentó de nuevo un desastre que ofrece un reto a los hombres y mujeres de buena voluntad.
Estos desastres se vienen repitiendo desde hace décadas y acabarán por abrir los ojos a los que de verdad se preocupan por el bien.
En el periodo festivo de Navidad y fin de año la gente del país que ha emigrado a las ciudades en busca de trabajo hace que muchos viajen a sus regiones de origen para pasar unos día en familia. Son momentos de mayor consumo de gasolina y siempre nos cogen desprevenidos.
Las existencias del producto no son muy amplias porque es muy caro almacenarlo con seguridad. Así que la existencias disminuyen rápidamente en periodos de gran demanda. Muchos dueños de las estaciones de servicio contribuyen a la escasez diciendo que no tienen gasolina, porque venden lo que les queda a través de cientos de chiquillos y muchachos que aparecen en las calles de los alrededores de las gasolineras con contenedores de plástico de 10, 25 e incluso de 50 litros ofreciéndola al doble del precio oficial.
También muchos consumidores acentúan la escasez, pues se lanzan a avituallarse en previsión a sus largos viajes.
Todo contribuye a la escasez
Estando así las cosas, aparecen los gángsters, que se hacen con gasolina directamente de los oleoductos. Pagan a unos técnicos para que perforen algún oleoducto, se hacen con motores-bomba y camiones-cisterna para sacar el producto y venderlo al alto precio que la escasez impone en el mercado negro.
Esta vez más de treinta camiones cisterna consiguieron cargar en una noche el producto en Ebule-Egba, un barrio de la ciudad de Lagos por que el pasa un oleoducto
Parece ser que la operación se hizo a la vista de los vecinos pues no es posible silenciar los ruidos asociados con el taladrador, el bobeo y la llegada y retirada de tantos camiones-cisterna en una noche.
Pero a partir de aquí los testimonios son de lo más variado. Unos dicen que dieron parte a la policía. La policía dice que enviaron a agentes pero que los vecinos les impidieron acceso a la zona. Otros dicen que los vándalos estuvieron trabajando toda la noche con la "protección" de la policía. La policía dice que cuando llegaron al lugar, los camiones-cisterna ya se habían ido y que sus esfuerzos para dispersar al tropel de gentes, chiquillos y jóvenes, que venían a recoger gasolina eran inútiles; que sus avisos sobre el peligro de otro incendio no eran recibidos bien. Otros dicen que los policías se encontraban entre el barullo de gente que recogían gasolina del vandalizado oleoducto.
Demasiados chiquillos y jóvenes enviados por padres obviamente de pocos recursos económicos, no solo de Ebule-Egba si no de otros barrios vecinos. Venían con motocicletas, con los mini-buses de transporte, con coches con todo lo que podían a coger gasolina y venderla en el mercado negro.
Y de pronto, el accidente que siempre parece ocurrir en estas situaciones de gran algarabía. Pudo ser una cerilla para encender un cigarrillo, o la chispa de una motocicleta al arrancar el motor, cualquier cosa en esa lucha frenética por recoger gasolina indiscriminadamente: todo el suelo se encuentra impregnado de gasolina cerca del oleoducto con el movimiento y transporte de contenedores rebosantes de gasolina y de los consecuentes gases.
Las llamas quemaron en pocos minutos a cientos de víctimas hasta sus huesos, las más inmediatas, los chiquillos que, quizá por encargo de sus padres o parientes, recogían ávidamente la gasolina... y también los mismo vecinos del entorno.
¿Cómo es que los más responsables, los causantes del taladro, los ladrones, los vándalos del oleoducto, saliesen ilesos con sus tanques de gasolina y su lucro sucio?
Es posible que al enterarse de la noticia del infierno se arrepientan y decidan no volver a atentar la vida de tantos por unas ganancias extras. Es posible que la ley pueda dar con ellos tarde o temprano.
Pero como esto no esa la primera vez que ocurre, el gobernador de Lagos convocó una reunión con los principales responsables de los oleoductos: el ministro federal de petróleo, el director de la distribución de la gasolina, la policía, los directores de las principales compañías petrolíferas que ofrecen el producto a las gasolineras. Objetivo: prevenir futuros desastres.
Las recomendaciones de la reunión fueron obvias:
o Enterrar los oleoductos a más profundidad;
o Vigilarlos día y noche sobre todo en las zonas accesibles a camiones-cisterna;
o Identificar a los que organizan el vandalismo, robo y venta de la gasolina que se transmite en los oleoductos para castigarlos adecuadamente;
o Prevenir la escasez de gasolina avituallando las gasolineras con más abundancia en los periodos festivos.
Han pasado las vacaciones y las colas en las gasolineras persisten, junto con ellas el auge del mercado negro. ¡Cuánta tensión y sufrimientos se experimentan en Lagos y las demás ciudades del país para rellenar el tanque de gasolina y poder moverse!
¡Líderes de África!
Una cosa es hacer recomendaciones. Otra implementarlas. Se necesita una voluntad firme y una asignación de recursos por encima de las prioridades de los políticos actuales en el gobierno que se sientan en las riquezas del petróleo y la mentalidad de bastantes ciudadanos y comerciantes con pocos escrúpulos morales.
Hay que trabajar más para conseguir ir a la raíz de estos desafíos sociales de África. Hay que preparar a líderes auténticos y ciudadanos honestos, íntegros, competentes y capaces de sacrificarse por ideales nobles; hacer el bien, preocuparse por el bien de los demás; prepararse para servir.
Los líderes auténticos saben que empezando por ellos mismos, sus familias y sus inmediatos entornos, tienen que ir creando las condiciones sociales que favorecen el trabajo honesto y solidario.
Feliz Año nuevo.
1 comentario:
Gracias Jide!
Ayer coloqué un enlace, de este artículo, a mi blog!
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