Chile y su política de Apertura Unilateral y Tratados de Libre Comercio: ¿efecto a 30 años?
La teoría económica sostiene que para un país pequeño y alejado de los poderosos centros económicos [como el nuestro], una política de apertura comercial debería ser la mejor alternativa para asignar de manera eficiente sus recursos y, de paso, maximizar el bienestar social.
Chile, en este sentido, desde el retorno a la democracia no sólo ajustó, sino que profundizó, amplió y perfeccionó esta política. Efectivamente, por un lado, el país unilateralmente siguió rebajando, durante los 90s, sus tarifas desde un 15% a un 11%, para luego programar un proceso de reducción escalonado hasta llegar a un arancel uniforme de un 6%. Por otro lado, al mismo tiempo, desarrolló un proceso de apertura comercial que, a diferencia de la estrategia de mediados de los 70s hasta fines de los 80s, ha promovido la inclusión del país al comercio y competitividad internacional por medio de la firma de Tratados de Libre Comercio. Así, no es de extrañar, como sostienen Sebastián Sáez y Juan G. Valdés, que Chile ha sido uno de los países latinoamericanos que han impulsado durante los años noventa una de las más activas políticas de acuerdos comerciales bilaterales, con fundamentos tanto de política exterior como económicos.
Efectivamente, para mediados de 2006, de acuerdo al cuadro resumen de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales, entre Acuerdos de Asociación Económica [P4, Unión Europea], Acuerdos de Alcance Parcial [Cuba e India], Tratados de Libre Comercio [Canadá, Centro América, Corea del Sur, China, Costa Rica, EFTA, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá] y Acuerdos de Complementación Económica [Ecuador, MERCOSUR, Perú, Bolivia, Colombia] Chile a firmado 23 alianzas. Lo cual ha significado, hasta ahora, expandir y profundizar el intercambio comercial con 56 naciones.
Los efectos de tal proceso han sido claramente, desde la perspectiva del incremento de exportaciones, un éxito. Así, según datos del IMF, el país aumentó sus exportaciones [F.O.B] desde los 8,327 millones de dólares en 1990 a los 17,162 millones en 1999 y, entonces, a los 40,573 millones en 2005. Comparativamente, este resultado supera con creces el crecimiento de 6,488 millones de dólares entre 1975 y 1989. De acuerdo al Departamento de Estudios e Informaciones de la DIRECON, el efecto también ha podido ser observado durante la primera mitad de 2006 cuando las exportaciones totales a países con los cuales Chile tiene acuerdos suscritos crecieron un 49.9% el primer semestre, superando al 40.5% que crecieron los envíos totales.
De esta manera, y aún representando sólo el 0.25% del total de la población del mundo desde 1970, Chile ha experimentado un proceso acelerado de competitividad primaria [porcentaje de exportaciones chilenas en relación con el total de las exportaciones del mundo] Chile así, medido en exportaciones de bienes y servicios-millones de dólares constantes 2000, aumentó su presencia en el mercado mundial en un 0.12%, pasando desde un 0.21% en 1990 a un 0.33% en 2002. Esto representa una mayor eficiencia y competitividad, comparado con el resultado alcanzado entre 1976 y 1989 cuando el porcentaje aumentó sólo un 0.06%, al crecer desde un 0.14% a un 0.20%.
Sin embargo, y más allá de estos resultados, la pregunta detrás del índice de exportaciones totales es cuál ha sido el efecto que los TLCs y la apertura unilateral han tenido sobre el comportamiento de los sectores productivos, el crecimiento de la variedad de productos, el aumento de nuestras exportaciones de alta tecnología y descomposición de las exportaciones por regiones.
El primer efecto visible, hasta el momento, es que estas políticas han impactado sostenidamente [hasta 2003] en nuestra dependencia de las exportaciones de cobre. Efectivamente, entre 1976 y 1987 [período de apertura unilateral] el índice de dependencia se redujo desde un 59.8% a un 40.2%. Luego entre 1989 y 2003 [apertura unilateral + firma de acuerdos comerciales] Chile experimentó un nuevo período de baja en el índice de dependencia, pasando este desde un 50.3% a un 37.8%. Sin embargo, dada la fragilidad de nuestra ‘competitividad próspera’ y el incremento de la demanda internacional por cobre, ha vuelto el índice a porcentajes en torno a un 54.2%, similares a los registrados en 1977. De esta manera, y aún considerando las políticas orientadas a nuestra inserción en el comercio internacional el promedio del índice de dependencia ha sido, entre 1976 y 2005, de un 44.4%. El índice de dependencia se torna gris si se agregan algunos de los productos que regularmente son considerados en el ítem industria y agricultura. Así, de acuerdo al análisis de las exportaciones chilenas 2005 [Pro-Chile], por ejemplo, y por esquema de integración, los porcentajes se incrementan considerablemente. El 73,5% de la canasta de exportaciones a APEC está compuesta por cobre, concentrados de molibdeno, salmón y truchas, celulosa, madera aserrada, uvas, harina de pescado, metanol, vino y oro en bruto. En el caso de NAFTA el índice es de 63,5% compuesto por cobre, salmón y truchas, concentrado de molibdeno, uvas, maderas aserradas, oro en bruto, listones y molduras de maderas, vino, maderas contra-chapada de hoja de madera y metanol. Para el caso de la Unión Europea el 83,3% corresponde a cobre, concentrado de molibdeno, vino, celulosa, ferromolibdeno, salmón y truchas, metanol, óxidos e hidróxidos de molibdeno, uvas y manzanas frescas.
Segundo, la idea de mayor competitividad internacional no se ha logrado desindexar de la de un proceso de devaluación. Entre 1977 y 1989 se experimentó una devaluación de 996%, pasando la moneda desde los 27 a los 296 pesos. Entre 1990 y 2002, si bien más moderada, la devaluación alcanzó un 111% haciendo saltar la divisa de los 336 pesos a los 712 pesos. Desde 2003 un fuerte proceso de apreciación ha estado ocurriendo; pero las voces reclamando perdida de ‘competitividad’ se han alzado con fuerza. En este sentido los argumentos del informe de ‘Comercio Exterior de Chile, segundo trimestre 2006’ [de DIRECON] son inequívocos. Este sostiene que ‘es importante destacar que las exportaciones sin cobre presentan una variación anual durante el primer semestre de 2006, bastante por debajo de la observada entre los primeros 6 meses de los años 2004 y 2005. Lo anterior, agrega el informe, puede tener explicación en la fuerte apreciación que ha tenido el peso chileno, con lo que se ha disminuido la competitividad de nuestras exportaciones, principalmente las industriales.’
Tercero, al parecer los efectos de estas políticas sobre el incremento de empresas exportando ha sido limitado desde 2000. De acuerdo al ‘Análisis de las Exportaciones Chilenas – 2005’ [Pro-Chile], el incremento de empresas exportando [totales por región] se ha mantenido estable desde ese año, para cuando la cifra llegó a las 8,083. Desde entonces, hasta 2005, sólo un incremento de 8.2% se ha producido registrándose una media de 8,422 empresas por año.
Cuarto, también pareciera ser que los efectos sobre la variable números de productos exportados por región son poco claros. Entre 2002 y 2005 la media de números de productos exportados ha sido de 5,233; experimentándose, en este período, sólo un incremento de un 2.7%, permitiendo aumentar la oferta desde los 5,160 a los 5,303 productos. Quinto, los dos tipos de apertura no han tenido un impacto porcentual sostenido sobre la variable exportación de productos con alta tecnología. De acuerdo al Banco Mundial, entre 1990 y 2004, el país muestra un promedio de 3.2% de exportaciones de alta tecnología [porcentaje del total de manufacturas exportadas]; siendo el 5% de 2004 el índice más alto, sólo equiparable al de 1990, cuando se registró el mismo porcentaje.
Lo paradójico, es que entre 2000 y 2006, y gracias a la política de Tratados de Libre Comercio se ha ido accediendo de manera preferencial a un mercado potencial de 3,228 millones de consumidores [equivalente al 50,1% del total de la población del mundo] con un GDP per cápita/PPP promedio de 24 mil trescientos cuarenta y tres dólares. Así, entonces, y sin desconocer la importancia que los acuerdos comerciales han tenido en los índices de crecimiento económico de Chile, a lo menos, da la sensación que algo falta en la ecuación o que algo, definitivamente, no esta funcionando en ella.
Rodrigo Álvarez Valdés.
(*) Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón
Dirección Blog: http://rodrigoalvarezvaldes.blogspot.com/
Dirección email: rodrigoz2004@yahoo.co.nz
La teoría económica sostiene que para un país pequeño y alejado de los poderosos centros económicos [como el nuestro], una política de apertura comercial debería ser la mejor alternativa para asignar de manera eficiente sus recursos y, de paso, maximizar el bienestar social.
Chile, en este sentido, desde el retorno a la democracia no sólo ajustó, sino que profundizó, amplió y perfeccionó esta política. Efectivamente, por un lado, el país unilateralmente siguió rebajando, durante los 90s, sus tarifas desde un 15% a un 11%, para luego programar un proceso de reducción escalonado hasta llegar a un arancel uniforme de un 6%. Por otro lado, al mismo tiempo, desarrolló un proceso de apertura comercial que, a diferencia de la estrategia de mediados de los 70s hasta fines de los 80s, ha promovido la inclusión del país al comercio y competitividad internacional por medio de la firma de Tratados de Libre Comercio. Así, no es de extrañar, como sostienen Sebastián Sáez y Juan G. Valdés, que Chile ha sido uno de los países latinoamericanos que han impulsado durante los años noventa una de las más activas políticas de acuerdos comerciales bilaterales, con fundamentos tanto de política exterior como económicos.
Efectivamente, para mediados de 2006, de acuerdo al cuadro resumen de la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales, entre Acuerdos de Asociación Económica [P4, Unión Europea], Acuerdos de Alcance Parcial [Cuba e India], Tratados de Libre Comercio [Canadá, Centro América, Corea del Sur, China, Costa Rica, EFTA, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá] y Acuerdos de Complementación Económica [Ecuador, MERCOSUR, Perú, Bolivia, Colombia] Chile a firmado 23 alianzas. Lo cual ha significado, hasta ahora, expandir y profundizar el intercambio comercial con 56 naciones.
Los efectos de tal proceso han sido claramente, desde la perspectiva del incremento de exportaciones, un éxito. Así, según datos del IMF, el país aumentó sus exportaciones [F.O.B] desde los 8,327 millones de dólares en 1990 a los 17,162 millones en 1999 y, entonces, a los 40,573 millones en 2005. Comparativamente, este resultado supera con creces el crecimiento de 6,488 millones de dólares entre 1975 y 1989. De acuerdo al Departamento de Estudios e Informaciones de la DIRECON, el efecto también ha podido ser observado durante la primera mitad de 2006 cuando las exportaciones totales a países con los cuales Chile tiene acuerdos suscritos crecieron un 49.9% el primer semestre, superando al 40.5% que crecieron los envíos totales.
De esta manera, y aún representando sólo el 0.25% del total de la población del mundo desde 1970, Chile ha experimentado un proceso acelerado de competitividad primaria [porcentaje de exportaciones chilenas en relación con el total de las exportaciones del mundo] Chile así, medido en exportaciones de bienes y servicios-millones de dólares constantes 2000, aumentó su presencia en el mercado mundial en un 0.12%, pasando desde un 0.21% en 1990 a un 0.33% en 2002. Esto representa una mayor eficiencia y competitividad, comparado con el resultado alcanzado entre 1976 y 1989 cuando el porcentaje aumentó sólo un 0.06%, al crecer desde un 0.14% a un 0.20%.
Sin embargo, y más allá de estos resultados, la pregunta detrás del índice de exportaciones totales es cuál ha sido el efecto que los TLCs y la apertura unilateral han tenido sobre el comportamiento de los sectores productivos, el crecimiento de la variedad de productos, el aumento de nuestras exportaciones de alta tecnología y descomposición de las exportaciones por regiones.
El primer efecto visible, hasta el momento, es que estas políticas han impactado sostenidamente [hasta 2003] en nuestra dependencia de las exportaciones de cobre. Efectivamente, entre 1976 y 1987 [período de apertura unilateral] el índice de dependencia se redujo desde un 59.8% a un 40.2%. Luego entre 1989 y 2003 [apertura unilateral + firma de acuerdos comerciales] Chile experimentó un nuevo período de baja en el índice de dependencia, pasando este desde un 50.3% a un 37.8%. Sin embargo, dada la fragilidad de nuestra ‘competitividad próspera’ y el incremento de la demanda internacional por cobre, ha vuelto el índice a porcentajes en torno a un 54.2%, similares a los registrados en 1977. De esta manera, y aún considerando las políticas orientadas a nuestra inserción en el comercio internacional el promedio del índice de dependencia ha sido, entre 1976 y 2005, de un 44.4%. El índice de dependencia se torna gris si se agregan algunos de los productos que regularmente son considerados en el ítem industria y agricultura. Así, de acuerdo al análisis de las exportaciones chilenas 2005 [Pro-Chile], por ejemplo, y por esquema de integración, los porcentajes se incrementan considerablemente. El 73,5% de la canasta de exportaciones a APEC está compuesta por cobre, concentrados de molibdeno, salmón y truchas, celulosa, madera aserrada, uvas, harina de pescado, metanol, vino y oro en bruto. En el caso de NAFTA el índice es de 63,5% compuesto por cobre, salmón y truchas, concentrado de molibdeno, uvas, maderas aserradas, oro en bruto, listones y molduras de maderas, vino, maderas contra-chapada de hoja de madera y metanol. Para el caso de la Unión Europea el 83,3% corresponde a cobre, concentrado de molibdeno, vino, celulosa, ferromolibdeno, salmón y truchas, metanol, óxidos e hidróxidos de molibdeno, uvas y manzanas frescas.
Segundo, la idea de mayor competitividad internacional no se ha logrado desindexar de la de un proceso de devaluación. Entre 1977 y 1989 se experimentó una devaluación de 996%, pasando la moneda desde los 27 a los 296 pesos. Entre 1990 y 2002, si bien más moderada, la devaluación alcanzó un 111% haciendo saltar la divisa de los 336 pesos a los 712 pesos. Desde 2003 un fuerte proceso de apreciación ha estado ocurriendo; pero las voces reclamando perdida de ‘competitividad’ se han alzado con fuerza. En este sentido los argumentos del informe de ‘Comercio Exterior de Chile, segundo trimestre 2006’ [de DIRECON] son inequívocos. Este sostiene que ‘es importante destacar que las exportaciones sin cobre presentan una variación anual durante el primer semestre de 2006, bastante por debajo de la observada entre los primeros 6 meses de los años 2004 y 2005. Lo anterior, agrega el informe, puede tener explicación en la fuerte apreciación que ha tenido el peso chileno, con lo que se ha disminuido la competitividad de nuestras exportaciones, principalmente las industriales.’
Tercero, al parecer los efectos de estas políticas sobre el incremento de empresas exportando ha sido limitado desde 2000. De acuerdo al ‘Análisis de las Exportaciones Chilenas – 2005’ [Pro-Chile], el incremento de empresas exportando [totales por región] se ha mantenido estable desde ese año, para cuando la cifra llegó a las 8,083. Desde entonces, hasta 2005, sólo un incremento de 8.2% se ha producido registrándose una media de 8,422 empresas por año.
Cuarto, también pareciera ser que los efectos sobre la variable números de productos exportados por región son poco claros. Entre 2002 y 2005 la media de números de productos exportados ha sido de 5,233; experimentándose, en este período, sólo un incremento de un 2.7%, permitiendo aumentar la oferta desde los 5,160 a los 5,303 productos. Quinto, los dos tipos de apertura no han tenido un impacto porcentual sostenido sobre la variable exportación de productos con alta tecnología. De acuerdo al Banco Mundial, entre 1990 y 2004, el país muestra un promedio de 3.2% de exportaciones de alta tecnología [porcentaje del total de manufacturas exportadas]; siendo el 5% de 2004 el índice más alto, sólo equiparable al de 1990, cuando se registró el mismo porcentaje.
Lo paradójico, es que entre 2000 y 2006, y gracias a la política de Tratados de Libre Comercio se ha ido accediendo de manera preferencial a un mercado potencial de 3,228 millones de consumidores [equivalente al 50,1% del total de la población del mundo] con un GDP per cápita/PPP promedio de 24 mil trescientos cuarenta y tres dólares. Así, entonces, y sin desconocer la importancia que los acuerdos comerciales han tenido en los índices de crecimiento económico de Chile, a lo menos, da la sensación que algo falta en la ecuación o que algo, definitivamente, no esta funcionando en ella.
Rodrigo Álvarez Valdés.
(*) Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón
Dirección Blog: http://rodrigoalvarezvaldes.blogspot.com/
Dirección email: rodrigoz2004@yahoo.co.nz
3 comentarios:
Hola Rodrigo. Suena mal tener concentradas las exportaciones en unos cuantos productos y empresas pero tal vez no sea tan negativo. La teoría del comercio internacional destaca la importancia de que los países se especialicen en producir unas cuantas cosas para las que tienen una ventaja competitiva.
Es muy probable que haya algunas industrias que estén desaprovechando la oportunidad de entrar en nuevos mercados, pero creo que a Chile no le ha hecho falta exportar más para tener un crecimiento económico adecuado.
Creo que este tema da para un debate amplio, esperemos que empiecen a llegar más comentarios.
Ojalá Chile siguiera especializándose, pero en productos de exportación que tengan un potencial de demanda mundial más expansiva, y cuya producción esté más sujeta al impacto de la tecnología a través del tiempo (para seguir abaratando los costos y/o aumentar su volumen)
Seguimos siendo muy dependientes de productos primarios, a pesar de los buenos avances. El cobre nos está dando buenos dividendos pero parte de esas ganancias está siendo también contrarestada por el menor poder de compra que esos dollares tienen al cambiarlos a pesos.
Para que hablar del efecto del precio del dollar para la competividad en otras actividades de exportación.
En suma, parte de lo que ganamos por un lado lo perdemos por el otro.
Saludos Carlos
Hola Brain Drain
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