Los temores por una acción militar extranjera en el territorio argentino han llevado a los militares, tal vez sugeridos por la opinión pública o sus superiores civiles, a reacomodar la doctrina de defensa para proteger los recursos naturales. En la doctrina militar la puja por reformar los puntos estratégicos con arreglo a los cuales se organizan las fuerzas armadas viene de hace varias décadas. Imaginando y en parte viviendo la escasez, la superpoblación, el mayor consumo, y los fenómenos climáticos y geológicos que podrían afectar al planeta, los militares se han hecho eco de las advertencias esporádicamente lanzadas a la ligera.
Desde la invasión a Iraq se han exacerbado las premoniciones por futuras guerras (o actuales, si se toman las reservas petrolíferas de Iraq como móvil para la invasión) por recursos naturales, en especial energéticos. Poner, luego de inventarla, la responsabilidad de divisar el futuro, en los hombros de los militares entraña un peligro, y la experiencia a través de sus intervenciones en asuntos civiles y de soberanía, así lo demuestran.
Afortunadamente el poder de los militares argentinos hoy es menor y apenas se pueden contentar con la mera pretensión de llenar los designios de las autoridades civiles. A menudo la doctrina de defensa se entremezcla con teorías conspirativas de baja calidad literaria que requieren la existencia no de un peligro real y concreto, sino de una imaginación apta para hacer parecer verosímiles las amenazas. Los teólogos militares, habiendo perdido la fuerza que tenían, tratan de recuperarla a través de nuevas hipótesis que urjan su participación.
El clima de hostilidad hacia las fuerzas armadas crea en el trato con ellos una actitud ambivalente. Por un lado se quiere tomar revancha por años de excesos e injerencias, fin que requiere, a la vez que deviene, en socavar su poder. Por el otro, la retórica de confrontación en boga en países como Venezuela e Irán, sumado a las injerencias unilaterales de EEUU, genera la necesidad de poner a las fuerzas armadas como depositarias de la defensa de los valores exclamados en un discurso particularmente susceptible a rescatar la importancia de los sectores estratégicos (ambientales y económicos), la soberanía nacional y el multilateralismo. Si el discurso enarbolado es de tipo conspirativo, o si apunta a preparar a las fuerzas armadas para la guerra del siglo XXI y sus móviles, depende de la entidad del peligro.
Desde los que niegan plausibilidad a cualquier hipótesis de conflicto, sea de tipo moderna (ej vecinos, ejércitos convencionales, campos de batalla tradicionales), o acaso sea, por decir, posmoderna (guerras del siglo XXI, de cuarta generación, contra el terrorismo), las condiciones ya están dadas para licenciar a las fuerzas armadas.
El problema es que los países que han tomado la determinación de renunciar a sus fuerzas militares (como Costa Rica o Islandia) gozan en mayor o menor medida de ciertas carácterístícas de las que Argentina no es totalmente acreedora, a saber: territorios pequeños, protección de una potencia o potencias extranjeras, estabilidad interna y de los vecinos, indisponibilidad de recursos naturales, e insularidad. Argentina ha gozado de la ventaja de cierta insularidad, por lo que se encuentra lejos de los escenarios más conflictivos; los países limítrofes, si bien no siempre han sido aliados, no han atacado formalmente a Argentina, con la única excepción de la invasión perpetrada por el megalómano dictador paraguayo Francisco Solano López en 1864.
Desde otra posición, el riesgo asociado con la escalada militar en el continente, en el marco de compras de equipamiento bélico por parte de Brasil, Chile, Perú, Venezuela y Colombia, puede hacer tambalear el delicado equilibrio de fuerzas, resultando entonces inviable el abandono de las hipótesis de conflicto tradicionales -por decir, vecinales-, inseparables del mantenimiento de las organizaciones militares suficientemente preparadas para afrontarlos.
Otra postura es la que, hermandad latinoamericana, tercermundismo o antiamericanismo mediante, permite hacer caso omiso a los datos de la hipótesis anterior y concentrarse en los conflictos globales -presentes o futuros- con origen en las necesidades económicas eventualmente más apremiantes. El Amazonas, el acuerífero guaraní, los lagos de deshielo en la Patagonia, la cuenca del Orinoco, etc. en un futuro alcanzarían tal valor que teóricamente ameritan adelantar las hipótesis de conflictos a suscitarse. Con ello, las fuerzas armadas deben ser repensadas en función del terreno por defender y las necesidades y capacidades de despliegue.
Independientemente del efecto sugestivo o disuasivo que puedan tener las nuevas maniobras, ¿El peligro de marras existe? Para ensayar una aproximación debe consultarse, más que a militares ávidos de alarmismo, a especialistas que puedan dar cuenta de los futuros desafíos y presentar alternativas pacíficas para la resolución de las crisis.
Martín Krause sigue de cerca a la dupla Becker y Posner con los recientes comentarios en el blog que mantienen juntos.
La escasez, siempre multicausal, no ha de llevar a la guerra si el mercado puede encontrar una forma de acomodarse a través del sistema de precios. El mayor consumo de agua está dado por la irrigación para la agricultura. Al tratar la oferta, Becker cree que han de mejorarse los sistemas de irrigación, o bien elevarse los precios de consumo domiciliario. Es para tenerlo especialmente presente en Argentina, donde las tarifas de los servicios de distribución de energía, teléfono y agua están congeladas, con la empresa de éste ultimo recientemente estatizada. Sin un mercado flexible ni un abaratamiento del costo del agua, los ricos tendrán que "ver partir a sus hijos a la guerra".
Posner, al tratar sobre la demanda, considera que el mayor consumo, además del incremento en el costo del agua, haría rentable actividades como la desalinización y potabilización, procesos factibles si los derechos de propiedad quedan bien delimitados en un marco de privatización. La conclusión de Krause, favorable al mercado, es tajante, pero no olvida que la guerra es un asunto conducido por gobiernos. "Como los gobiernos son capaces de los mayores dislates, no hay que descartar que alguno piense en tomarse el agua de otro a la fuerza, aunque si lo pensara dos minutos, y leyera a Becker y Posner, se daría cuenta de que es mejor usar incentivos que mandar a morir a sus jóvenes".
El epistemólogo Mario Bunge tiene una visión menos risueña. En uno de los artículos que incluye su último libro, 100 ideas, toma como una de ellas el tema en tratamiento bajo el título poco promisorio de "Guerras por venir". Allí remarca el consumo desmedido de agua y petróleo, el desecamiento del planeta, y advierte, desafiando al análisis de arriba, que "los economistas siguen creyendo, o al menos haciendo creer, que los recursos naturales son infinitos; o que, si no lo son, alguien inventará sustitutos (como si el agua tuviera sustitutos)". Si la solución no la da el mercado, tampoco la está dando el estado: "Ningún gobierno, ni siquiera las Naciones Unidas, está estudiando seriamente el problema ni, por lo tanto, haciendo planes para enfrentarlo".
De todo lo anterior concluyo: nos quedamos angustiados por no saber si la guerra por los recursos naturales la pelearemos nosotros, nuestros hijos, nuestros nietos, o tal vez una generación tan remota que ya no nos recordará, o si por el contrario, a partir de la escasez ellos encontrán la oportunidad para hacer grandes negocios y/o contribuciones humanitarias.
8 comentarios:
El agua es un bien de primera necesidad, al cual deberían tener derecho todos los ciudadanos. No me parece, por tanto, bien que sea objeto de "grandes negocios", en ninguna parte del mundo, por mucho que siempre se amejor un gran negocio que la menor de las guerras. Los recursos naturales deberían estar ne manos de estados que mirasen por el bien de sus ciudadanos, de modo que su explotación por parte de empresas nunca diese lugar a situaciones de escasez ni de injusticia.
Marcos! Qué obispo habrá muerto esta vez? Probablemente alguno en Asia, donde hay mucha agua...
Lo del agua... pensé que era un tema superado que ahora estábamos con el calentamiento global?
Por aquí, no ha pasado ni la escasez de agua ni el calentamiento global, porque hace un frío espantoso (el invierno pasado, eso sí, fue mucho peor y nos levantábamos (yo no, porque me levanto cuando todos se han ido de casa) cada santo día con - 10 grados.
El agua! El Rhin está inundado! El fin de semana de nuevo tuvimos que entrar al local austriaco por la cocina.
Bromas y anécdotas aparte, supongo que los militares en Argentina tienen que buscar una justificación.
No te referiste a las misiones de paz (logro de la misma o su mantenimiento) que es con lo que se entretienen los militares alemanes, entre otros.
Si yo fuera responsable de planear la estrategia para las decenas siguientes, diría: fuerzas armadas pequenas y efectivas, con material moderno (hay que pensar también en la seguridad de los militares), que se puedan desplazar rápidamente, sobre todo si el territorio es tan grande como el argentino.
Hay que vigilar a los cazadores de ballenas y otras especies japoneses y rusos en el sur, por ej.
Ejercicios conjuntos con otros países. Intercambios, etc. Son medidas que también ayudan a bajar la eventual tensión con los vecinos.
A mí lo que me da un miedo espantoso es que a veces, algunas personas de grupos extremistas (Humala, etc.) de países de más al norte, amenacen con guerras... creo que están medio locos.
El otro punto es que hay guerra de guerrilas al norte de Sudamérica, ya ves lo que pasa en Colombia y sabemos quién está detrás, es también otro problema actual preocupante.
Pero estar pensando en que van a llevarse el agua de Argentina... eso es como una historia del Barón Münchhausen.
Un abrazo Marcos y gracias x este estupendo artóculo!
lo de la guerra de guerrillas, si escuchas a algunas personas extremistas, querrían llevarla al sur del subcontinente y es aquí donde podrían jugar un papel importante las fuerzas armadas...
A mi me sorprende la alta manipulabilidad de la opinion publica en este tema entre los argentinos. Casi todos los "ches" que conozco piensan o temen que los USA (o los "sionistas") invadiran el pais para llevarse el agua y otros recursos, si acaso no preteden "conquistarlo".
Si se acuerdan de la serie de ciencia ficcion "V invasión extraterrestre", pareciera que muchos argentinos se quedaron traumados con eso.
Sospecho que algo tendra que ver el famoso "ego argentino", no lo se. En todo caso me parece inexplicable que la tonteoria de las guerras por el agua tenga tan amplia base incluso entre la gente formada. ¿No pueden reflexionar sobre el un problema de gestión de recursos? I dunno...
m@k, con el "derecho al agua" no tenemos inconvenientes. ¡Lo problemático es la provisión de agua! El sein, no el sollen.
Gran negocio es una forma de llamar a los incentivos que atraen a los emprendimientos privados en libre competencia. Si entendiste otra cosa, como lo que acá llamamos "negociado" (corruptela prebendaria), no es lo que propuse.
La escasez es lo que puede hacer entrar a emprendedores al negocio, pero su prestación no consiste sino en revertirla satisfaciendo la demanda de un bien que, como dijiste, caracterizado con una teoría objetiva del valor, se podría llamar de primera necesidad.
La simple delegación al estado de estos problemas no hará mucho por resolverlos. Destruir los incentivos, paralizar los negocios, invadir paises...eso sólo dificultará más la inversión privada. Pero con un marco de privatización bien definido es diferente. Para cuidar algo en lo que el estado sólo muestra desdén, la vía es la propiedad privada.
Marta! Más que morir un obispo, me parece que se casó, en matrimonio gay!
La escasez de agua y la superpoblación, como la relación entre ambas, es un desafío que ahora muestra las primeras aristas, pero se proyecta, me parece, en un futuro quien sabe cuan distante. El calenfriamiento global es más algo que denuncian con furor de actualidad, pero por una cuestión de marketing tampoco se evitan de hacer pronósticos apocalípticos.
Y si, los militares tienen que justificar su sueldo y su existencia! Eso hace la burocracia. Nada que Weber no haya avizorado already el siglo pasado.
Comparto plenamente el resto del diagnóstico, sobre las misiones de paz (no siempre útiles, pero aunque sea entretenidas y a lo sumo bien intencionadas). Comparto las carácterísticas de las que debe gozar el ejército de cualquier país que no se pueda dar el "lujo" (no es otra cosa que un lujo) de licenciarlo, y la conveniencia de proteger la riqueza ictícola y diversidad de la fauna marina, así como los intercambios y agregadurías militares que fomenten las relaciones entre distintos países, coincido 800%!
Los extremistas que mencionás son de tener cuidado, pero dudo que puedan conducir por sí solos guerras. La triple frontera entre Paraguay, Argentina y Brasil es algo porosa, lo que ya ha despertado preocupaciones en la defensa norteamericana, pero la escala que manejan no me parece suficientemente grave como para abatir a un país, ni si quiera uno frágil de sudamérica (como Bolivia).
En Colombia creo que están arreglados (esto, es colusión), por lo que no veo efecto expansivo. Cada uno tiene su negocio, y lo mantiene. Queda por ver si Chavez, de tendencias desequilibrantes, entiende la política del status quo.
Guille, tenemos ideas para todo, lo que quieras. Somos un creativo mercado de ideas conspirativas que hacen lucir a los ovnis y el codigo da vinci como una novela de Harry Potter! Y lo grave es que estas alocadas elucubraciones literarias no siempre quedan bien filtradas camino a los órganos de decisión. Aquí los militares nunca se han distinguido mucho por la sensatez.
Lo del ego es una fama mal ganada, pero algún complejo debe haber en los argentinos, viendo que tantos se psicoanalizan. Edipo por ahora desplaza al diseño de políticas de gestión de recursos.
Marcos, no me refería a corruptelas, sino a la especulación comercial con bienes de primera necesidad. Acepto que haya propiedad privada, pero no que las ganancias de propietarios o intermediarios sobre los recursos naturales acaben sirviendo para controlar a la población, o para hacerse inmoralmente ricos mientras la población en general sufre privaciones. No sé si es el caso de Argentina en cuanto al agua, pero sí es el caso de ls ricos de todos los países que han sufrido hambrunas, porque pese a que la población sufra las exportaciones continúan.
Las guerras del agua no son ninguna tontería: los palestinos y el Líbano, aparte de por terrorismo, han sido atacados porque controlaban algunas de las escasas regiones hídricas de aquella zona del mundo, que Israel quiere controlar a toda costa; más al Sur, hay un enfrentamiento larvado entre Sudán y Egipto, a cuenta del río Nilo.
Aunque desde luego estoy de acuerdo en una cosa: en ningún lugar del mundo los militares brillan por su... clarividencia.
m@k, acá tenemos una diferencia de tipo axiológica. Yo no creo que la riqueza bien habida sea inmoral. Pero explicar este distanciamiento tan raigal excede el tema que nos ocupa.
También tengo una distinta visión respecto al conflincto en medio oriente que enfrenta hace décadas israelies con árabes. Es un conflicto tan complejo que se resiste a ser analizados en términos reduccionistas tales como que los isrealies se quieren apoderar del rio Litani o que están succionando las napas del Golan de Siria. La agricultura y la forestación necesitan agua, asi que intereses hay, pero por sí solos no justifican arriesgar guerras con los árabes. Veo esta foto de la frontera sirio-israelí y recibo la impresión que uno le da mejor provecho que el otro al agua.
Tienes razón Marcos, en que nuestro debate ha rebosado el vaso de este artículo :-). (Sin duda hay más motivos para las guerras árabe-israelíes).
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