sábado, febrero 14, 2009

Llamados al proteccionismo


Muchas gracias a Hugo por este excelente artículo.

A la Cámara de Diputados: Somos objeto de una competencia intolerable por parte de un rival extranjero, quien dispone de una capacidad tan enorme en la producción de luz, que puede inundar nuestro mercado nacional a un precio ínfimo. Este competidor no es otro que el sol. Pedimos una ley que ordene cerrar todas las ventanas, aberturas y rendijas por las que la luz solar penetra en nuestras viviendas en perjuicio de la lucrativa fabricación con que hemos dotado al país. Firmado: Los Fabricantes de Velas


(Federico Bastiat, economista francés, (1801-1850)


Las consecuencias de la crisis financiera global se han trasladado con fuerza inusitada a la economía real, con sus lamentables secuelas de caídas en la producción y las ventas y aumentos en los niveles desempleo y pobreza.


Frente a este panorama desalentador algunos gobernantes de países centrales como los señores Obama y Sarkozy han insinuado la adopción por parte de sus países de políticas que tienden a una mayor autarquía económica, lo que de concretarse impactará negativamente en los flujos comerciales y financieros internacionales.


La historia nos demuestra que esa puede ser una solución desacertada.


En efecto, luego de la caída de la Bolsa de Nueva York en 1929, se tomaron medidas como las que ahora se anuncian, las que sin duda empujaron a la economía mundial a la mayor contracción de la que se tenga memoria en los anales del capitalismo.


Así Inglaterra en la Conferencia de Ottawa en 1932 se pronunció por la “preferencia imperial” según la cual iba a comprar preferentemente a sus dominios los bienes que necesitaba para su desenvolvimiento y que aquellos producían, lo que implicó tremendos perjuicios para terceros países como Argentina, por ejemplo, cuyos cereales, lanas y carnes fueron reemplazados por los envíos canadienses, neocelandeses y australianos.


A su vez Estados Unidos, que había emergido de la Gran Guerra como el país acreedor del mundo se dedicó a repatriar los capitales que había colocado durante los alegres veinte en le resto del mundo.


La caída de las exportaciones sumado a la necesidad de repagar las obligaciones financieras pusieron a muchos países en situaciones críticas de su balance de pagos, depreciándose rápidamente sus monedas y aumentando la inflación.


Sin perjuicio de que el mundo está en mejores condiciones hoy de afrontar una crisis que lo que lo estuvo durante los treinta, sería conveniente que los gobernantes no olvidaran las lecciones de aquellos años, y que antes que tomar medidas unilaterales -que rinden políticamente a corto plazo- recurran al entendimiento internacional a través de la Organización Mundial del Comercio antes que al aislamiento y la unilateralidad, para, entre todos, dejar atrás en el menor lapso posible este difícil momento por el que pasa la economía mundial.-



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