martes, mayo 08, 2007

Chile entre el Lujo de la Democracia y la Democracia del Lujo

[Por: Rodrigo Álvarez Valdés]

La Ciencia Política es imaginativa en esencia. Adicta a las conceptualizaciones de los procesos y cambios que observa a nivel local e internacional, ella ha, durante la década de los noventa, acuñado el concepto “Lujo de la Democracia”; y durante los primeros años del nuevo siglo el de la “Democracia del Lujo”. Ambos, sin duda, y aunque pocos lo noten, muy de moda en Chile por estos días.

El primer concepto tiene sus bases en lo que Samuel Huntington denomina como las olas de democratización que se han sucedido desde 1820. La primera ola –agrega Huntington- transcurrió entre 1820 y 1926; con un proceso opuesto entre 1922 y 1942. La segunda ola entre 1945 y 1962; con una onda en el sentido contrario entre 1960 y 1975. Y la tercera ola entre 1976 y 1990. Sin embargo, y producto de los costos políticos, sociales, económicos y humanos que han tenido estos procesos la democracia se ha transformado en un lujo. El lujo, desde esta perspectiva, y especialmente por su cercanía histórica con la tercera ola, no sólo implicó alcanzar el juego democrático; sino que comprometió la capacidad de aplicarlo y desarrollarlo en el tiempo.

Una vez consolidada la tercera ola el interés de la Ciencia Política se orientó, observando ella que la democracia no lograba resolver las demandas a las cuales se había comprometido: educación, salud y distribución del ingreso entre otras, a preguntarse cómo muchos de los países, ahora democráticos, lograban sostener en el tiempo sus procesos políticos. La Ciencia Política, entonces, no tardó en crear el concepto de la “Democracia del Lujo”. Éste, y si bien menos desarrollado y conceptualizado que su predecesor, desde mediados de los noventa hasta hace un par de años atrás permitió que la democracia, como medio para alcanzar el anhelado igualitarismo, no hubiera sido mayormente cuestionada. El fenómeno se sustentó en una idea simple: el modelo económico de libertad apoyaba ideológicamente los procesos democráticos. Era la libertad económica expresada en su forma lineal y traducida en la famosa y distorsionadora variable de igualdad de oportunidades; donde claro, habían y hay algunos más iguales que otros.

En esencia, basado en los bajos salarios que en otras partes del mundo son pagados y gracias a la caída en los precios de los productos, las ahora democratizadas sociedades han tenido de manera transversal acceso a bienes materiales que antes eran exclusivos de un reducido segmento de la sociedad. La “Democracia del Lujo”, así, ha permitido que algunas de los demandas sociales visualizadas por la lucha de la democracia de la última ola, hubieran, hasta ahora, sido adormecidas.

Sin embargo, al parecer, el tema en Chile [quizás uno de los últimos países en Latino América en cuestionarse] ha llegado finalmente para enquistarse en la agenda política nacional. De esta forma, la pregunta detrás de la discusión es: ¿podrá la “Democracia del Lujo” seguir sustentando la estabilidad del “Lujo de la Democracia”?

Tentativamente podemos decir que en el caso de Chile ya se esta materializando de manera más concreta una preocupación que ha llevado a otros países de la región, a lo menos [pero sin perder la democracia], a vivir momentos de alta tensión social. Por ejemplo, hace algo mas de un año Felipe Lamarca exponía su visión de ajustar el modelo. Lo seguirían, más tarde, varios políticos; pero sería Adolfo Zaldivar quien tomaría la bandera política con la idea de corregir el modelo. Del mismo modo, elevaría, hace muy poco y por enésima vez, la voz Ricardio Ffrench-Davis. Para él –negativamente afirma- el país se ha ido deslizando más a lo que fueron las políticas de la primera mitad de Pinochet, a la visión más mercadista, mas economicista y que entiende menos de la heterogeneidad de Chile. Se sumaría a todo esto, el análisis internacional de la revista “Forbes”, la cual adelantaba que la insatisfacción social del país constituiría un riesgo para la estabilidad local.

Del mismo modo, han emergido nuevos referente en la política local. Por ejemplo, el recientemente lanzado partido Chile Primero. Y hace sólo unos días el documento “Las Disyuntivas” presentado por el Senador Ominami, el Diputado Aguiló y el ex presidente del Partido Socialista Gonzalo Martner; uniéndose al sector crítico del modelo-neoliberal. En esencia, éste documento, advierte sobre la gravedad y riesgo que se corren, si se mantienen o se consolidan las posiciones neoliberales en el país.

No sorprende, así, que emerjan varios procesos paralelos, pero interrelacionados entre sí. Por un lado, los tímidos, pero emergentes procesos de descontento social. Estos se basan en las innumerables demandas que son mantenidas en la delgada línea del “efectismo”, más que sobre un proceso de soluciones reales. Es un descontento que abarca, principalmente, aquellas áreas que la lógica del mercado no ha logrado resolver: educación, salud, distribución del ingreso, políticas de viviendas dignas, deudores habitacionales y recuperación de la clase media, entre otras.

También se da un proceso de re-emergencia de antiguas disputadas ideológicas y políticas entre conglomerados y al interior de los mismos. Por ejemplo, la clara readecuación de la Derecha Política al nuevo escenario que, exacerbando el actual descontento ciudadano producto de la seguidilla de desaciertos de la actual administración, a desarrollado una clara política de oposición más crítica. Su intención, pareciera ser el desarrollar una nueva identidad para llenar el vacío ideológico que habría dejado la desaparición de Pinochet. Al respecto sarcástica, a lo menos, resulta la crítica que Hernán Larraín, presidente de la UDI ha hecho al actual Ministro de Hacienda, Andrés Velasco. Larraín declaró que no le parecía buena señal que Velasco se refugiara en las polleras de los empresarios. Del mismo modo, y por el lado de la concertación, se ha producido un resurgimiento de la vieja disputa entre “autocomplacientes” y “autoflagelantes”.

Volviendo a la raíz del presente análisis, y utilizando la idea expuesta en editorial de diario El Mercurio [5-05-2007] sobre “amistad cívica”, lo que deben tener claro los partidos de gobierno, la oposición y los grandes grupos económicos, es que el “Lujo de la Democracia” [entendiéndose como tal todos aquellos conceptos que fueron el sustento de la recuperación de la democracia: libertad de pensamiento, de discurso, de disentimiento, de debate y de expresión] dejó de ser suficientes para sostener la gobernabilidad. Por el contrario, los conceptos que lo componen se han transformado en la base para que la sociedad procese y razone que, además, la “Democracia del Lujo” no es suficiente tampoco.

Doctorando en el Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Auckland, New Zealand.
Master of Arts en Economía Política Internacional – Universidad de Tsukuba, Japón.
Master of Arts en Estudios Internacionales - Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, Chile.
[e-mail: rodrigoz2004@yahoo.co.nz]
[Pagina Blog: http://rodrigoalvarezvaldes.blogspot.com]

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