La semana pasada en Chile se comenzado el debate acerca de los llamados "temas valóricos" y el partido socialista ha presentado un proyecto de le ley que autoriza la eutanasia activa o práctica del buen morir.
A raíz de lo anterior, pienso que hoy en día hay dos palabras que son usadas para justificar todo comportamiento humano: libertad y dignidad.
Ambas son parte esencial del ser humano. Un hombre es siempre libre: aún cuándo esté encerrado en una cárcel, obligado a actuar de cierto modo o decir ciertas cosas, es imposible controlar lo que piensa y siente.
Lo mismo sucede con la dignidad. El ser humano no dejará de ser digno por muy menesteroso, pobre, viejo o enfermo que se encuentre. Siempre será hombre y siempre será digno.
Sin embargo, uno de los grandes problemas de la sociedad actual es que se habla muchísimo de libertad y dignidad pero no se ha entendido su real concepción.
Libertad y dignidad se citan como justificación para exigir todo tipo de cosas y así poder llamarlas derecho. Pero, la libertad no es hacer todo lo que quiera. La libertad tiene límites y, filosóficamente hablando, es libertad sólo cuando tiende al bien. La dignidad está dada por el hecho de ser seres humanos, por tener inteligencia, voluntad y libertad (alma para algunos) y no por nuestras características particulares, méritos o circunstancias que nos rodean.
El por esto que quienes usan la libertad y dignidad del ser humano para justificar la eutanasia activa o “práctica del buen morir” incurren en un gravísimo error.
El ser humano es libre, pero no para decidir cuándo comienza o termina la vida. Atribuirse esa decisión es arrogarse facultades divinas. Asimismo, el ser humano es digno siempre y en toda circunstancia, no sólo cuando sus condiciones de vida son las “adecuadas”.
Sin tener claros estos conceptos podemos llegar a aberraciones terribles.
Más allá de otras consideraciones relevantes, para poder aprobar la práctica de la eutanasia activa, la ley deberá determinar los límites. No podría dejarse abierto el concepto de “buen morir”. Esto llevaría a que un resfriado anciano millonario, que confiado la bondad y amor de sus hijos y nietos ha firmado una autorización para que se le de un “buen morir”, pueda verse en riesgo de que alguien decida que su vida ya no es de la calidad que se merece, no es digna y deberá procurársele un buen morir producto de su resfrío.
Evidentemente el legislador deberá poner los límites y definir el concepto de buen morir.
Bajo este análisis me aparecen algunas dudas: ¿Es el buen morir lo contrario al buen vivir? ¿Quién determinará parámetros objetivos a partir de los cuales se convierte en “eutanasia legal” (concepto inexistente por ser intrínsecamente contradictorio) el homicidio o suicidio asistido? ¿Quién tendrá la facultad de “medir” el dolor, sufrimiento, en definitiva el “mal vivir” de otro, que lo haga adjudicarse el “derecho a morir”? O peor aún: ¿tienen los deficientes mentales, niños con síndrome de Dawn y discapacitados, un “mal vivir”?
Aún más, considerando que no existe derecho superior al derecho a la vida, no podemos ni siquiera usar los derechos de libertad y dignidad como argumento. No corresponde a ni ningún individuo de la especie humana (por muy legislador que sea), el decidir cuándo o en qué circunstancias se puede poner fin a ésta. Se podría decir que resulta preocupante la soberbia de quienes se sienten con el derecho y, peor aún, la capacidad, de decidir cuándo la vida de una persona es “digna” o cuándo se acaba el “buen vivir” para dar paso al “derecho al buen morir”.
4 comentarios:
Hola:
En principio la eutanacia solo se debiera aplicar a pacientes terminales, o sea, aquellos que no tienen posibilidades de vivir mas de 6 meses o aquellos que estan sufriendo fuertes dolores que no se calman con remedios.
Mi opinion en este caso no es objetiva, por razones familiares me ha todado ver como un pariente pasa casi 10 años en un semi-estado vegetal con ninguna posibilidad de recuperarse.
Luego de ver este caso, solo se que a mi no me gustaria vivirlo, ya que si por un solo segundo es capas de estar medianamente conciente debe ser atroz. Es estar encerrada sin que puedas hacr nada.
Se que en este caso no estoy utilizando argumentos, sino mas bien sentimientos, pero es por casos como esos es que yo considero que en ciertas circunstancias se debiera dar alguna clase de opcion, porque yo no deseo estar en esas condiciones jamas.
Hola hola! Pienso que la muerte realmente digna (que, a mi modo de ver, no es precisamente la que yo veo que aquí en Europa se promueve como digna) pasa por una renuncia al llamado ensanamiento terapéutico, que bien puede ser lo que ocurrió en el caso que relata Alezita: poner medios más allá de los "normales" para prolongar la vida de una persona "artificialmente".
Lo otro es que hay que hacer y mucho más -pienso yo- es trabajar el tema de la medicina paliativa, para reducir el dolor del paciente. En eso está la medicina del Norte de Europa desde hace algunos aos. Sobre todo debido a la gran cantidad de ancianos que viven durante muchos más aos que antes. Acá en Alemania, se dice medio en broma que "ya ningún anciano se muere por el primer cáncer".
Y, en tercer lugar, lo que veo es un renacer o un surgir con mucha fuerza del llamado "movimiento de los hospicios" que, si no me equivoco, viene de Gran Bretana y que apunta a acompanar al enfermo hasta la muerte. Y ayudar también a los familiares, sin ensanamiento terepéutico y sin "muerte digna".
Claro, el problema es cuando se confunde tratamiento con ensañamiento o libertad y dignidad con homicidio o suididio asistido. Los dos extremos son malos.
Naturalmente, etoy con Carol y con Marta. El problema es complejo, aunque sencillo en el fondo, si hay crisis en la familia y en la defensa de la vida desde su concepción hasta su fin natural, el debate está viciado. Con independencia de muchísimos matices, la cruda realidad es que casos límite como el que relata Alezita están siendo utilizados para asesinar a quien no lo pide, estando consciente.
Es más, se está empleando la técnica de la sedación como un método de eutanasia encubierto: se seda un poco más de la cuenta, y adiós. En España se dice que cuando a alguien empiezan a sedarle, le queda una semana.
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