Por Jide Martins
Hace unos meses Nigeria pudo salir, contra todos los pronósticos, de la trama de una conspiración del presente gobierno para perpetuarse en el poder. La resistencia a la estrategia del presidente para cambiar la constitución y conseguir una vía legal para presentarse para un tercer mandato electoral fue tan fuerte, con la ayuda mediática de la prensa y televisión libres, que el Senado se vio obligado a votar en contra de una propuesta de ley con las enmiendas constitucionales que hubieran permitido al presidente intentar su empeño con vistas a las elecciones de febrero de 2007.
Hace una semana se ha producido un evento que parece retroceder los logros del libre juego de opiniones en la vida política y social. Se ve que todavía hay mucho camino que recorrer en la batalla para cambiar actitudes y enfoques de algunos políticos de este país en vías de desarrollo.
Han asesinado a uno de los aspirantes mejor cualificados y con más probabilidades de salir elegido gobernador de Lagos en 2007: Funsho Williams. Los asesinos, obviamente alquilados por alguien muy alto en el partido del gobierno PDP (Peoples Democratic Party), se infiltraron entre los que le apoyan en su casa cuando se retiraba a dormir, fueron a su dormitorio y lo estrangularon sin que nadie los viese, dejando la casa también sin ser vistos. La motivación está clara en todo el país, pues se ha repetido con preocupante monotonía: eliminar al oponente.
A finales de 2001, se dio el mismo crimen: asesinaron a Bola Ige, que era ministro de Justicia de la Federación, en su casa privada de Ibadan. Todo el mundo sabe quién estaba detrás del asesinato a pesar de que la investigación de la policía y el proceso de judicial no "lograron" descubrir a los culpables.
Ahora le ha tocado a Funsho Williams. Era un hombre íntegro, refinado en cultura y educación: un gentleman. Era también un competente ingeniero civil de obras públicas y un excelente padre de familia. Muy popular en el estado de Lagos en donde había servido como Director-General en el ministerio de obras públicas durante los años de las dictaduras militares. Con el advenimiento de la democracia, entró en el campo peligroso y corrupto de la política, para sanearla, y casi venció al presente gobernador dos veces: en 1999 y en 2003. Muchos le proclamaron vencedor en 2003 y aseguran que realmente ganó las elecciones, pero que cómo es usual, los resultados se manipularon a favor del gobernador.
El asesinato tuvo lugar al cabo de unas semanas de meetings y rallies políticos en varias zonas del estado de Lagos para conseguir la nominación del partido (PDP) como candidato a gobernador y prepararse para las elecciones generales que tendrán lugar en febrero de 2007. Es evidente que conseguiría la nominación. Está claro que un rival, o secuaces fanáticos del rival, decidieron eliminarlo antes del congreso del partido. En la lucha por el poder, es penoso que muchos todavía actúan como si el fin justificase los medios. Desde luego el mismo fin en este caso está ya viciado: inmoderada ambición de poder.
A Bola Ige le ocurrió algo parecido. Había escrito al Presidente manifestándole su deseo de dejar su puesto de ministro de Justicia para preparar su campaña electoral y conseguir ser nombrado candidato presidencial en las elecciones del 2003. Era también una persona de gran integridad y competencia. Muy popular. En las previas elecciones del 1999, nombraron a otro menos cualificado como candidato presidencial y su partido perdió las elecciones. Era evidente que en las de 2003 conseguiría de su partido el nombramiento y por tanto, daría una buena batalla al mismo presidente que se presentó efectivamente a las elecciones de 2003 para ser re-elegido y las ganó aunque observadores imparciales juzgaron esas elecciones como una verdadera farsa a gran escala. A Bola Ige había que eliminarlo; y lo eliminaron antes de que siquiera intentara organizar su campaña electoral.
El ambiente de la política, como se ve, está todavía en mal estado. La corrupción es muy alta. La clase dirigente es muy, muy poderosa, y muy, muy corrupta. Para cambiar las cosas se necesita que cambien las personas, o que cambien sus actitudes y sus medios para mantenerse en el poder.
Mucha gente de integridad y competencia profesional no se mete en política porque no es fácil entrar y mantenerse limpio. Bola Ige y Funso Williams lo intentaron y dieron su vida en el proceso, son una especie de mártires de la nación. Otros hay que lo han intentado y lo intentan.
Hay ahora uno que es muy bueno, y muy competente, Pat Utomi, que hace unas semanas decidió libremente pedir la excedencia en la Lagos Business School para participar en las próximas elecciones. Naturalmente en términos realistas nadie espera que pueda ser elegido, habría que cambiar la ley electoral que favorece la clase dirigente. Tendrían que cambiar muchas cosas y muchas personas, pero es impresionante la acogida que ha tenido entre amplios sectores educados del país: profesionales, estudiantes. Se ve que hay como una gran sed de honestidad y competencia. ¿Conseguirá contribuir a sanear esa podredumbre que atenaza a la clase dirigente y que mantiene a tanta gente en la miseria del subdesarrollo? Un país que tiene tantos recursos humanos y materiales: tantas mujeres y hombres de gran clase y virtudes; un país dotado por Dios con tan ricos recursos naturales: agricultura, madera, petróleo, gas debería lograr deshacerse de la corrupción y remontar el vuelo.
Los nigerianos está ahora muy doloridos pero llenos de esperanza, por que estos asesinatos tendrán su efecto beneficioso en la sociedad: convencer a más personas, que ése no es el camino del progreso y la paz social. Los que matan, los que actúan como si el fin justificase cualquier clase de medios, no son dignos de dirigir la vida social: no deben ser apoyados, ni elegidos, ni encubrirles.
2 comentarios:
Que gusto poder leer tan buenos artículos acerca de Nigeria. Es una lástima que se hayan llevado a cabo esos asesinatos. Lo bueno es que, al parecer, Nigeria se encuentra en el camino correcto. La gente que detenta el poder lo está perdiendo y por más atrocidades que hagan no van a poder detener el ascenso de otros actores políticos al poder. Lo digo porque en México el gobierno priísta que duró 71 años en el poder lo fue perdiendo poco a poco a partir, según yo, de finales de los sesenta y se aceleró su decadencia a finales de los ochenta. Lo que quiero decir es que el proceso de cambio puede ser largo y tortuoso pero una vez que empieza no se puede detener.
No sólo el proceso de cambio es largo y tortuoso, también lo es el de asentamiento del cambio; ojalá en Nigeria y otros países de África sean capaces de escarmentar en cabeza ajena y viajar más rápido hacia un sistema de libertades y de participación de todos en la cosa pública .
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