lunes, enero 14, 2008

Rifirrafes entre la Iglesia y el Gobierno en España

Los últimos tiempos estamos viviendo el enfrentamiento más enconado entre la Iglesia católica española y el estado, personificado en su Gobierno, presidido como se sabe por José Luis Rodríguez Zapatero. La jerarquía eclesiástica española se ha alineado claramente en contra de muchas de las leyes que Rodríguez Zapatero llama avances en derechos, como la liberalización del divorcio (conocido ya como "divorcio express") o el matrimonio entre personas del mismo sexo. Pero no se ha quedado ahí, y ha entrado también en otros temas, de índole claramente más política, como la unidad territorial de España, o la nueva asignatura creada por el Gobierno para inculcar los valores que le sostienen en la juventud, llamada "educación para la ciudadanía", que los obispos y muchos padres católicos ven como una intromisión intolerable del Estado en su derecho a educar a los hijos.

Mirando un poco más a fondo, todo este griterío (porque así es como se vive la política en España, a gritos, y porque así han actuado la mayoría de los obispos en sus amargas quejas por la pérdida del poder heredado del régimen franquista que aún les queda -básicamente la educación privada religiosa y el Concordato con la Santa Sede), se puede entender como la puja entre dos gigantes de la filosofía -la religión y el estado liberal- por controlar a las personas, dándole, por favor, a "controlar" el significado más leve posible.

El Gobierno es claramente de izquierdas, más de hecho que otras corrientes del propio Partido Socialista Obrero Español, y si durante los ocho años de gobierno del Partido Popular la Iglesia prácticamente estuvo ausente de la arena política, durante la presente legislatura se ha podido ver a obispos españoles en diversas manifestaciones de la derecha política, a las que, sin duda, tienen todo el derecho individual a ir, pero en las que, como en todo evento en que concurran personas con cargo, su presencia representa un apoyo incontestable al tema de la manifestación, que, como digo, en el caso de las del Partido Popular (y organizaciones afines) siempre han sido de claro enfrentamiento al Gobierno, un ataque siempre trufado de insultos y hasta amenazas.

Desde que aceptamos que el resto del mundo no es católico y no va a poner la otra mejilla, es lógico que el Gobierno se revuelva, sobre todo si la jerarquía eclesiástica organiza una manifestación, oficialmente contra algunas de las medidas gubernamentales citadas al comienzo, que se acaba volviendo la ocasión de mentir y lanzar acusaciones sin sentido, como que aquellas medidas "rompen la democracia" en España. La actitud de la Iglesia en todas o casi todas las medidas sociales del Gobierno ha sido una oposición nada constructiva, y es probable que si sale de nuevo elegido Rodríguez Zapatero en las próximas elecciones las relaciones con el Vaticano sufran algún cambio brusco, sobre todo para el status de la Iglesia en España, con un número de feligreses que disminuye al mismo ritmo que aumenta el de los que directamente la odian. Puede ser, como reseña hoy ABC (el periódico monárquico, católico por antonomasia, decano de la prensa escrita española), que el P.S.O.E. pierda del orden de medio millón de votos de católicos en las próximas elecciones legislativas, pero también lo es que la posición eclesiástica es tan reaccionaria estos días que hasta el Partido Popular se ha alejado someramente de esa postura, aclarando que no va a modificar (derogar) ninguna de las leyes polémicas que supusieron la excusa de que la Iglesia saliese a la calle a protestar (aborto, divorcio, matrimonios homosexuales...), aunque para "contentar a la parroquia" (frase hecha) anuncia la creación de una "Ministerio de la Familia"...

He dado mi opinión, de una forma más personal que aquí, en estos dos artículos de mi blog:

Son dos notas motivadas por el desgarro interno que me supone ver pelear a las dos corrientes de pensamiento que me configuran, como persona de izquierdas (pero no tanto como Rodríguez Zapatero) y católica (pero no precisamente al modo de los obispos) que me considero. Pero más desazón me da ver que quien tiene claramente las de perder en esta lucha absurda es el catolicismo en España. No ya la Iglesia como institución, a la que no podrán quitar colegios privados ni casilla propia en la declaración de la renta, y que aunque perdiese todos los privilegios que le otorga en Concordato, seguiría siendo la más rica y potente de las organizaciones religiosas. Desde un punto de vista mundano, el poder de la Iglesia católica en España está mejor que bien apuntalado. Pero no es labor de la Iglesia apalancarse en el poder económico y político de sus fieles, ¡sino aumentar el número de éstos! ¿Acaso no es nuestra empresa la salvación de las almas? ¿Por qué seguimos pidiendo (peor: exigiendo) a quien no comulga con nosotros que promueva nuestro mensaje (a cambio de nada, o tal vez de ataques políticos) y no nos centramos en la predicación y en la resolución (que no ocultación alevosa) de nuestros problemas, quizás el principal de los cuales, la pederastia, es uno de los mayores males que asolan a la Iglesia? ¿Qué fórmula matemática nos asegura que es mejor creyente una persona educada en un colegio religioso? Al menos de entre mis conocidos, todos detestaron la experiencia y pocos sé que sean católicos practicantes, y yo mismo, que sí lo soy, he sido educado siempre en colegios públicos y en la mayoría de cursos he dado Ética y no Religión. ¿Me convierte eso, o ls ideas que aquí presento en peor católico que un fiel del Opus Dei, por poner el ejemplo de la asociación religiosa española más detestada?

Tal y como escribí en el segundo artículo que he enlazado, no se trata de vendernos por un mensaje más agradable para las personas, si creemos en éste, ciertamente más duro, pero también más consecuente y bello. Pero no seamos al menos tontos de vender dicho mensaje mal. No podemos tener dos caras: la buena de la iglesia de base, y la mala -porque lo es, para el resto- de la curia española.