La Monarquía es consustancial a España, ha existido desde siempre, tanto si se considera su origen en la España visigoda como si sólo nos remontamos a los Reyes Católicos, que reunieron varios reinos en uno solo en el siglo XV. Los periodos sin reyes han sido sólo dos y suman entre ambos once años, un islote de once años en un océano de siglos.Sin embargo, este último periodo republicano, de nueve agitados años, por reciente y por intenso está muy presente en la actualidad; a nadie escapa que socialistas, comunistas y nacionalistas –hoy en el poder- se identifican mucho más con la II República que con la Monarquía, por mucho que mayoritariamente lo disimulen.
Los nacionalistas identifican la monarquía con España, con motivo, por lo que al rechazar ésta rechazan aquélla, además de que no hay ningún nacionalismo restaurador de su reino ancestral. Socialistas y comunistas identifican socialismo con II República, el momento en que estuvieron más cerca de alcanzar un poder total y absoluto, frustrado al perder la Guerra Civil, y miran la Monarquía con recelo, puesto que fue reinstaurada por Franco (una aplicación extrema de la Ley de Memoria Histórica que está a punto de aprobarse podría provocar que se arrancase de cuajo cualquier vestigio monárquico). Por eso, en las manifestaciones de unos y otros menudean las banderas republicanas (rojo, amarillo y morado).
Se puede decir que la derecha es monárquica; aunque habría que señalar un cierto poso de desafección, por la sensación que tiene una parte de haber sido traicionados por el Rey al inclinarse demasiado hacia los socialistas. La derecha partidaria de otra línea sucesoria y la más autoritaria tampoco gustan de la monarquía reinante, pero son muy minoritarias.
Este es el caldo de cultivo, dicho grosso modo, de algunos episodios antimonárquicos que hemos vivido recientemente: Una revista satírica puso en portada una caricatura de muy mal gusto de los príncipes herederos; simpatizantes del nacionalismo radical catalán queman retratos de los reyes y ahorcan al monarca en efigie; nacionalistas gallegos y catalanistas valencianos se suman a la cremación; el gobierno y sus medios de comunicación afines se muestran “comprensivos” y pasivos ante estos hechos; mientras un periodista radiofónico, muy celebrado por la derecha más combativa, aprovecha para proponer que el Rey abdique en su hijo.El tiempo pasa, los lodos se secan; pero los polvos siguen cubriendo la era. La Monarquía y la selección nacional de fútbol son los últimos bastiones del artículo dos de la Constitución Española (el de la indisoluble unidad de la nación española), y ambos están siendo solapadamente contestados y combatidos. Veremos cuánto aguanta la inercia del pueblo llano, que aún sigue a la selección y quiere a sus reyes de una forma un tanto atávica, pero real.
Apunte del autor.
Aviso de que ahora voy a exponer una opinión personal: pienso que el Rey debería abdicar en su hijo, para que no le pase como a Carlos de Inglaterra; es un poco absurdo educar a una persona desde que nace para ser rey y que, por alargarse mucho ahora la esperanza de vida, envejezca en la antesala del trono. Llegada una edad que creo que el príncipe Felipe ya tiene, su acceso al trono y el paso de sus padres a una labor honoraria supondría añadir valor a la monarquía.

