El 26 de septiembre -hace dos días- se dió a conocer, en Berlín y en Londres, el Informe de Transparency International para este año.
Me gustaría referirme a la parte del mismo relativa a Alemania.
Ver asimismo:
Considerando que el 2005 (también el el número 16 del mundo), tuvimos 82 puntos (al igual que el 2004), se aprecia una leve tendencia hacia abajo: leve; pero que no por ello deja de ser preocupante.
Alemania, como el campeón del mundo de las exportaciones (ver Alemania nuevamente campeón mundial de las exportaciones), tiene una enorme responsabilidad en lo tocante a la corrupción en los países en desarrollo, donde invierten y a quienes compran y venden las empresas alemanas, de manera que atacar el problema aquí dentro del país, tiene un efecto de dominó muy positivo.
El informe hace ver la importancia de:
1) la prevención, que se traduce en formar a todo el personal de la empresa para que se comporte en forma correcta, de acuerdo a las líneas rectoras de la actuación empresarial que excluyen por completo toda forma de corrupción y
2) del buen ejemplo de los directivos de la empresa (Comité ejecutivo, junta de vigilancia, gerentes), es algo obvio, pero que a veces se olvida y por eso, Transparencia hace especial mención de este punto.
Se habla del mandamiento de la tolerancia cero, que se traduce, entre otras medidas, en que cada acción sea vista por cuatro ojos (esto es, pase por las manos de otra persona independiente de quien la realiza); se recomienda la creación de instancias de control internas y externas; hotlines empresariales; se sugiere la creación de Ombudspeople externos y la consecuente persecusión y castigo de quienes hayan cometido actos de corrupción, esto independientemente de su posición dentro de la firma.
Por otra parte, se recalca que la corrupción no es inevitable y que el tan recurrido argumento de que es imposible evadirla porque en "otros países" se practica y, de otra forma, no se puede hacer negocios, es una falacia. Lo de la falacia es mío; he visto muchas veces recurrir a este falso argumento.
Mientras más se practique la tolerancia cero dentro de la empresa, más fácil será vencer a la eventual corrupción externa. Esto es muy cierto.
Personalmente pienso que la corrupción -que se traduce comúnmente en el pago de sobornos y en el tráfico de influencias- es una injusticia frente a quienes trabajan bien y se esfuerzan por crecer y tener éxito gracias a su esfuerzo y no a métodos ilícitos.
A mi modo de ver, la corrupción es un atentado a la transparencia y ésta es una de las condiciones indispensables de la libertad económica.
A fines de los '90, en Alemania y en otros 34 países, se tipificó el soborno en el extranjero (caso de extraterritorialidad de la ley penal) como delito penal.
Esto ha permitido iniciar una docena de procesos en contra de empresas que sobornaron en el extranjero. Un paso adelante, sin duda, al cual debieran seguir otros, como la exclusión absoluta de los contratos del estado alemán con empresas que hayan cometidos actos de corrupción, en el país y en el exterior.
Se menciona además, la necesidad de crear un registro nacional y a nivel de Länder de "empresas corruptas". Una medida dracónica, pero... necesaria.
La corrupción no beneficia absolutamente a nadie, ni a los empresarios, ni a los consumidores, ni a quienes la reciben. Por el contrario, perjudica a todos, porque atenta contra la justicia, la transparencia y el libre mercado.
Termino este artículo, recordando las palabras de Jide Martins, quien se refería a Nigeria, su país, pero que, en realidad, pienso que se pueden aplicar a toda otra sociedad (en Nigeria: Electricidad 24 horas al día):
"La corrupción se puede eliminar mejor cuando existen menos tentaciones, menos posibilidades de abusar el poder con favoritismos.
"Bastante tiene el gobierno con atender las demás áreas de la vida nacional: la administración pública, el orden, la seguridad, las carreteras, los transportes, etc.; así como, fomentar y dirigir la iniciativa privada, manteniendo las reglas del libre mercado y de la competencia".
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