España, presunta cuarta economía del euro, no es sensu stricto uno de tales países. Nuestra mediocridad nos ha dejado a medio camino entre imperio y colonia, entre izquierda y derecha, entre falsos ricos y verdaderos pobres. Cosas de la Historia. Pero sí reunimos dos características de las mencionadas en el párrafo anterior: dependencia de nuestra economía de productos de especulación financiera, e incapacidad de diversificar dicha economía. Además, son males que podemos ver a escala nacional y a escala local (sí, personalmente también pienso que llevamos dos décadas de fundamental mal gobierno, pero es algo que dejo al análisis de los lectores, seguro que más versados que yo, simple escriba que aquí va a dejar sólo su impresión sobre dos hechos: "la economía del ladrillo", y el conflicto minero del carbón).
España es productor neto de carbón para la generación de electricidad. Dicho carbón es más "sucio" y menos eficaz dando energía que el de otros países, y mientas parecía haber riqueza a espuertas en todo el mundo, resultaba más barato frente a la importación de otras fuentes de energía. Ahora todo nos parece pobreza o miedo a la pobreza en derredor y los precios mundiales del carbón han descendido, haciendo rentable usar carbón de mejor calidad, lo cual, unido a la promoción -necesaria- de las energías renovables, hace que las centrales energéticas españolas lo desechen de su "pool eléctrico", resultando en que se amontona y las empresas mineras se ven obligadas a dejar de funcionar. Nada que no hayamos visto por doquier en España en otros sectores y dentro de la misma minería. Pero interviene el Gobierno español, comprando remanentes de carbón como reserva estratégica y lanzando un Real Decreto que obligaría a las eléctricas españolas a usar "carbón nacional" al menos hasta que la Unión Europea cierre, también por decreto, las minas deficitarias. Intuyo que los corazones (neo)liberales que lean esto se estremecerán de disgusto, pero no voy a eso. El conflicto aúna ese futuro cierre con uno de esos robos a que nos tienen acostumbrados las empresas españolas, ya que después de recibir una cantidad de nueve dígitos en concepto de subvención, las empresas mineras adeudan nóminas a sus trabajadores (es decir, por trabajo ya realizado).
Bueno, esto no es más que el mercado en acción. ¿Qué es lo que hace este fenómeno similar a lo que comentaba al principio? Que la minería se realiza en pueblos que no tienen otra economía que la mina. Nadie se ha preocupado de instalarse allí a producir nada más, ni tan siquiera el tan manido turismo rural con que muchos pueblos españoles eminentemente agrícolas y ganaderos van "tirando p'alante". El único futuro de esos pueblos a medio plazo es el abandono y el olvido. Evidentemente la generación eléctrica vía carbón debe desaparecer, aunque sólo fuera por favorecer al medio ambiente, ¿pero qué hacemos con los miles de personas que viven de ello? Aquí nadie piensa en "re-economizar" esos pueblos, y los políticos sólo quieren quitarse de encima un conflicto laboral, el único en España en que los sindicatos están actuando, en mi opinión "comm'il faut" (y no me importa retratarme de este modo).
Que el "monocultivismo" lo llevamos los españoles "en la sangre", se ve ahí, a nivel local, pero también a nivel nacional. Me refiero, claro está a la "economía del ladrillo", propulsada (por favor, lectores europeos, no se asusten) gracias al dinero que el resto de europeos depositaban en sus bancos, que con el ridículo precio del dinero que imponían a toda Europa y el afloramiento de dinero negro (¿qué le vamos a hacer?Es un hecho histórico) que las familias españolas llevaban atesorando desde el franquismo, elevaron los precios de las casas en España a niveles estratosféricos, haciendo para millones de españoles, y particularmente para los empresarios, fuese mucho más entable dedicarse a la construcción antes que a la industria -siempre a la baja- o a la economía del valor añadido (ciencia, investigación, desarrollo, etc.).
Lógicamente, cuando los europeos quisieron recuperar su dinero para tapar el agujero que les habían colado los financieros estadounidenses tras mirar de cerca sus milagrosos productos bancarios e hipotecarios y no ver ya ni el humo primigenio que antes les daba cuerpo, a la crisis financiera mundial se sumó una cierta toma de contacto de mi país con la realidad, un "roba todo lo que puedas y huye" de los constructores españoles y de muchos otros empresarios (verbigracia, el presidente de su patronal, Díaz Ferrán) y un gobierno fundamentalmente débil que había eliminado y recortado impuestos a fortunas y empresas, de modo que cuando se fue a meter mano a la cartilla para pagar deudas también detectó únicamente humo...
Pero toda esa parte me enrabieta especialmente, así que volveré a mi hilo argumental. España no ha diversificado su economía fuera de la construcción (y ahora los mercados ni siquiera nos permiten construir infraestructuras). Es más: se impide cualquier paso en esa vía al restringirse año tras año las partidas presupuestarias para la ciencia básica, la investigación, el desarrollo tecnológico y en definitiva cualquier campo económico no extractivo, de transportes o de servicios. España, simplemente, se ha convertido en el balneario, el geriátrico y el destino exótico preferido de los europeos hasta para morirse tirándose borrachos de balcones de cuartos pisos de paraísos turísticos.
¿Qué esperanza le queda a un ciudadano español, ya sea minero o no, con este panorama? ¿En serio no va a haber forma de evitar que nos parezcamos todos a esos mineros asturleoneses, último reducto de la otrora característica bravura española?
Quizás, estimados lectores, en breve veais a españoles expulsados de Francia por parecerse a gitanos...