Quizás por ello, quizás por el tenso momento político que vivimos tras la tregua rota de E.T.A., quizás por seguir la iniciativa televisiva francesa, la televisión pública Televisión Española ha emitido sendos programas en los que cien ciudadanos (en cada uno) habían de lanzar cada uno una pregunta a José Luis Rodríguez Zapatero, y a Mariano Rajoy.
Debo reconocer que no vi ninguno de los programas (a esas horas de la noche prefiero mil veces la ficción bien contada de un libro o de una película, que la disfrazada de realidad que los políticos quieren hacernos creer), pero lógicamente al día siguiente todos los medios de comunicación que sigo me hicieron imposible abstraerme de lo dicho por uno y por otro.
Siendo buena persona, voy a pensar que el hecho de que si de un total de más de cien preguntas (no hubo tiempo para las cien preguntas en ninguno de los dos programas) a los dos líderes la prensa española se ha quedado sobre todo con dos detalles, ello se debe a la deformación profesional del periodismo conocida como resumen. Pero lo cierto es que los dos detalles que voy a comentar, creo que muestran bien a las claras el mensaje que quiero exponer hoy aquí.
En su programa, el Presidente se las vio con un señor de Navarra, que le preguntó por el precio de un café. Rodríguez Zapatero respondió que valdría unos ochenta céntimos. Parece ser que ese precio es demasiado barato, y eso fue tomado al día siguiente por todo el mundo como una muestra de la lejanía del presidente de un gobierno democrático respecto de los ciudadanos. Ciertamente ha habido una escalada de precios increíble en nuestro país desde la llegada del euro (que en sí mismo habrá tenido algo que ver directamente, pero que en realidad ha sido tomado como la excusa para el encarecimiento de los productos por todos aquellos que venden algo), pero desde luego el precio del café no es en absoluto uniforme en nuestro país. De hecho, dudo que muchos sepan lo que vale, puesto que si se toma con más gente es habitual pagar rondas completas, o si no, también lo es tomarlo con algo de comer. Pero ahí está el dato: nuestro presidente no sabe lo que le cuestan las cosas del día a día a sus ciudadanos.
Por su parte, Mariano Rajoy respondió esta misma semana en un programa de igual formato, también con el mismo moderador, y con la ventaja de conocer a qué se podía enfrentar. Quizás por ello consiguió responder (quién sabe si satisfactoriamente para sus interrogadores) a más preguntas. La que al día siguiente se llevó la atención, sobre todo de medios relacionados con la izquierda del país, fue una que no respondió. Una jubilada pensionista le mencionó la cuantía de su pensión, trescientos euros al mes, pero Rajoy no quiso responder con su sueldo. Todo el mundo sabe que el sueldo de cualquier cargo público del nivel de Rajoy es altísimo, pero no se sabe por qué causas, no lo llegó a decir. ¿Qué puede demostrar eso? ¿Falta de transparencia? ¿Falta de confianza en su mensaje? ¿Una táctica recomendada por sus asesores de campaña? No se sabe, pero al día siguiente, y para no ser menos, todo fueron críticas. Entre las cuales, la de José Blanco, cargo del PSOE, que declaró su sueldo mensual en seis mil euros. ¡Madre mía!, pensé yo, con perdón. No sé si es mucho o poco para ese tipo de cargo, ni tampoco en relación con el resto de Europa, pero a mí me parece un dineral..., ¡sobre todo para alguien a quien le hacen el trabajo!
En conclusión de todo ello, yo, personalmente, saco dos conclusiones: la democracia ha criado su propia casta, tan alejada de los mortales comunes, como dos castas hindúes, o como la plebe y la nobleza en nuestro pasado común. Sus componentes, los políticos, están por encima del pueblo en varios sentidos, como el judicial (hace falta una decisión adicional para llevar a juicio a un parlamentario, haya hecho lo que haya hecho), económicos (ganan cantidades inimaginables para la masa trabajadora, que tiene que luchar y sudar mucho mes a mes por su sueldo) y, además, no saben apenas de la realidad que gobiernan, o que dicen gobernar.
¿Cómo es la cosa en otras latitudes? ¿Necesitamos cambiar y si cambiamos nos irá mejor? Y aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, ¿cuánto cuesta un café en vuestros países? ¿Cuánto ganan los jubilados? ¿Y vuestros políticos?